
Por segundo año consecutivo, el Bayern de Múnich cayó en las semifinales de Champions, y ante un equipo español. La andadura de Pep Guardiola con el equipo bávaro vuelve a verse frenado en la máxima competición europea y desdibuja el proyecto del entrenador de Santpedor.
Todo se entiende con las circunstancias en las que llegó al equipo alemán. Guardiola firmó con el Bayern en enero de 2013, y cogió las riendas del conjunto en junio. En esos seis meses de diferencia, Jupp Heynckes sumó un triplete coronado con la victoria en Champions League ante el Borussia Dortmund. Una herencia envenenada para el técnico catalán.
Porque Guardiola llegó para proseguir el camino del entrenador alemán. La idea era hacer del Bayern un equipo de época, que marcase una periodo de años. Todo esto, dado de la mano con una nueva forma de jugar al fútbol, totalmente diferente a lo que se había visto en Baviera hasta el momento. Si bien ha habido progresos en el juego, en los títulos ganados hay sensaciones agridulces.
Y es que, a pesar de los triunfos en Alemania, Mundialito y Supercopa de Europa, sigue quedando la china de la Champions. La impresión es que, por unas u otras circunstancias, el equipo es débil cuando llega a las últimas rondas de la competición que se ve cómo clave a la hora de clasificar como éxito o fracaso una temporada.
Pasó el año pasado en las semifinales, y éste en cuartos (la remontada ante el Oporto salvó una ida paupérrima de los chicos de Pep) y semifinales. Ayer, el Bayern se ganó el respeto, pero lo visto en la ida dejó claro que sigue estando por debajo del Barcelona.
Así, a nivel europeo los bávaros dejaron el pedestal en que les había subido Heynckes. Eso constituye la principal tarea de Guardiola si permanece en Múnich: cumplir por primera vez el objetivo que le marcó el club al llegar a Alemania. En el país germano (dos Bundesliga y una Copa) las expectativas están bien cubiertas, pero en Europa todo lo contrario. Y la Champions, por su entidad, por ser todo lo que sueña un equipo, es el tesoro por conquistar.
En definitiva, lo que le falta a Guardiola para poder acometer con éxito una reforma tan ambiciosa como era la de coger una plantilla (la de Bayern) y cambiar en un giro de 180 grados todos sus conceptos futbolísticos y su manera de entender el deporte rey.