Sufrió para ganar el Real Madrid, agobiado por el Rayo Vallecano durante toda la primera parte. Solo en la segunda mitad del encuentro tomaron aire e iniciativa los de Ancelotti, que si no se fueron al descanso en desventaja fue por la inestimable ayuda de Iker Casillas. Fuera del Santiago Bernabéu, el de Móstoles se resarció.
Resolvió con éxito los ocho disparos del Rayo Vallecano (dos de Manucho y uno de Trashorras, Nacho, Jozabed, Bueno, Miku y Embarba), algunos de ellos muy peligrosos. En la primera parte, tres manos de mucho mérito: una en un disparo lejano de Bueno y dos en dos saques de esquina, a Manucho y Trashorras. Éstas dos últimas, de las que siempre le han caracterizado, exhibiendo reflejos.
En el segundo tiempo, despejó un gran disparo de media distancia de Nacho y un cabezazo de Manucho con una muy buena estirada a un lado. Hasta se permitió el lujo de hacer un regate al delantero del Rayo, en una acción que denotó un elevado grado de confianza.
Liberado del continuo debate que le persigue en todos los partidos que juega en el Santiago Bernabéu, sin la presión de los pitos, Iker volvió a rendir a buen nivel, alcanzando el partido 18 imbatido en lo que va de temporada (12 en Liga, tres en Champions, dos en el Mundialito y uno en la Supercopa de Europa).
El próximo partido, ante el Eibar, Iker lo verá desde el banquillo en lo que muchos han interpretado como una medida de Carlo Ancelotti para evitarle el debate sobre su figura. Curiosamente, los tres encuentros de Liga que ha jugado Keylor Navas han sido en el Santiago Bernabéu, ese sitio fuera del cual Iker retoma su mejor versión.
Lejos del nido de trincheras que se ha convertido el coliseo blanco a favor y en contra del capitán blanco, Casillas encuentra la importancia y la trascendencia que se le reclamaba. Cristiano y James marcaron los goles, pero parte de la victoria también tuvo su rúbrica.
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