
La tarde del lunes ha sido convulsa para el barcelonismo. Su presidente, Josep Maria Bartomeu, ha despedido a Andoni Zubizarreta como director deportivo y una de las leyendas del club, Carles Puyol, ha decidido acompañar al vasco y dejar su puesto de adjunto a la dirección deportiva. Con esta doble marcha (diferente en las formas), el Barcelona acelera un proceso de autodestrucción que se intuye en casi todas sus líneas, desde el escalón más alto hasta el más bajo de la jerarquía blaugrana.
Sandro Rosell se vio obligado a dejar la presidencia por el 'caso Neymar' y su sucesor, Josep Maria Bartomeu, no goza de apoyo en varios de los sectores de dentro y fuera del club, que se ha visto en los tribunales y con una sanción de la FIFA por obrar de forma ilegal en los fichajes de jóvenes promesas. Factores que han tirado la imagen de la entidad por los suelos.
En la dirección deportiva, el fracaso es evidente. Las incorporaciones, en la mayoría de los casos, han sido de dudoso rendimiento. Y también ha habido salidas que han causado rechazo, como los casos de Thiago Alcántara, Cesc Fàbregas, Víctor Valdés o Eric Abidal.
En lo que respecta al plano deportivo, el proyecto de Luis Enrique pierde enteros según pasan los meses. Desde el inicio de la temporada, sigue sin un plan o una idea clara. Su estilo ha causado rechazo a la estrella del equipo por su exceso de autoridad. Los problemas del curso pasado permanecen (no hay brillo en la circulación de balón, en ocasiones existe dependencia de Messi, el balón parado es todavía un infierno...) y los mensajes al exterior son de falta de reflexión y autocrítica.
A todo esto, hay que sumar la presencia de dos sombras: la de la vuelta de Laporta en unas hipotéticas elecciones de las que aún no se sabe segura (no se sabe si se adelantarán finalmente o no) y la de la marcha de Messi por el continuado interés en la sombra de PSG y Chelsea. En lo que se refiere a Messi, también hay problemas: su mala relación con Luis Enrique es cada vez más evidente.
En definitiva, un conjunto de factores que a modo de ilustración, dan una imagen de lo que hoy en día es el Barcelona: un club desnortado, con una directiva deslegitimada y un equipo que mira demasiado al pasado sin prestar la atención que merece el presente y necesita el futuro.
"Estoy agotado"
Un clima que cada vez se hace más irrespirable en Can Barça y que ya entrevió Pep Guardiola, hace más de dos años y medio. El de Santpedor llevaba varios meses con la mosca detrás de la oreja. Nada era lo mismo en la entidad blaugrana. Sus palabras a Sandro Rosell, días antes de irse, fueron claras: "Sandro, estoy agotado, lo siento pero no puedo más".
No era capaz de motivar a un vestuario que había ganado todo. No conseguía la mejor versión de los jugadores. No lograba dar con la fórmula mágica en los partidos claves. Su ciclo había acabado porque el Barcelona había iniciado una curva descendente que alcanza en estos momentos, ayudado en buena parte por la crisis institucional, en su punto más bajo.