
Durante cinco temporadas el mundo del fútbol no tenía duda alguna. El mejor portero del mundo jugaba en el Real Madrid y se llamaba Iker Casillas. Sin embargo, cosas del destino (o de Mourinho, según lo vea cada uno) el de Móstoles dejó de jugar y su trono quedó vacante. Iker ya no era el mejor arquero del planeta. Tocaba buscar heredero.
Y el año pasado, según la FIFA y la asociación de futbolistas profesionales, Manuel Neuer, cancerbero del Bayern, fue el encargado de ocupar ese puesto. Pero lo suyo fue un relevo más fruto de una buena temporada.
Porque, sí, Neuer es un gran arquero, pero campaña excelsa como tal sólo ha tenido una, la del curso pasado en la que levantó la Champions, la Bundesliga y la Copa alemana.
De hecho, su ritmo ha descendido este año. Sus milagros ya no lo son tanto. El fútbol, por lo tanto, seguía buscando al heredero de Iker. Una vacante que, desde ayer, tiene un claro candidato para ocuparla. Thibaut Courtois ya es, por méritos propios, el mejor portero del mundo.
Al menos eso es lo que dice su trayectoria, su elenco de paradones e intervenciones y su capacidad para decidir partidos como casi ningún portero del viejo continente puede hacerlo. Quizá Valdés. Quizá Cech. Quizá Buffon. Pocos más.
Porque la diferencia entre parar bien y hacerlo siendo, además, el mejor arquero del mundo es que cada una de esas acciones debe decidir partidos (y por ende, campeonatos) en los momentos más delicados, cuando la presión pesa toneladas y las manos de otros se doblan.
Courtois, sin embargo, no es de ésos. Anoche, ante todo un Barça, en la primera ocasión en la que los rojiblancos jugaban unos cuartos de final de Champions de los últimos 17 años (Courtois tenía sólo cuatro en aquella primavera de 1997), estuvo épico ante titanes del balón.
Suyas fueron las paradas del partido. Messi, Neymar o Inesta pueden dar buena prueba de ello. Sus deditos fueron los que se ocuparon de desbaratar tiros lejanos y cercanos, despejes por alto y acciones de tensión con los pies. Milagro tras milagro, Courtois las evitó todas.
Especialmente clara fue una parada a 'La Pulga' en una falta de esas que Leo tira con la mirilla telescópica. Sucedió en la segunda parte. El balón ya iba dentro, pero entonces emergió Courtois para, de la nada, rozar la bola y mandarla a córner.
Fue una parada de esas 'casillescas', como la que Iker le sacó a Italia en los cuartos de la Euro de 2008, de las que se necesita de la repetición a cámara hiperlenta para saber que la extremidad del portero estuvo ahí para mandarla fuera. Messi no se lo creía. Los jugadores del Atlético tampoco.
Pero es que hubo más paradas. Hasta cuatro de ellas fueron más que claras. Sólo un mano a mano imparable le batió. Neymar fue el afortunado para tormento de un Courtois que se mostró insaciable y muy crítico consigo mismo nada más acabar el partido.
"Me sabe mal no haber parado el tiro de Neymar", le dijo al redactor de TVE apostado a pie de campo. Una ambición que demuestra que a sus 21 años va camino de ser una leyenda del fútbol si las lesiones le respetan. Leyenda que, por ahora, está ratificando día sí, día también. Que Casillas respire tranquilo. Su trono al mejor portero del mundo ya tiene ocupante y juega, por ahora, en el vecino de enfrente.