
Mesut Özil cavó anoche, en Londres y ante el Bayern de Múnich de Pep Guardiola, la que podría ser su tumba futbolística en la Premier League.
Porque Özil fue, para su desgracia y la del equipo gunner, el triste protagonista del encuentro que los de Wenger cayeron ante los bávaro por 0-2. Y eso que las cosas empezaron bien para él.
Los primeros 20 minutos de partido Mesut cogió las riendas de su equipo. Decidió que en una cita grande como la de anoche debía acallar las bocas de los que le habían criticado con dureza en las últimas semanas.
"¿Dónde está Mesut?", habían llegado a publicar algunos tabloides en portada con su cara imitando la del mítico 'Wally', aquel personaje que se solía perder entre miles de personas parecidas a él.
Fruto de ese ímpetu, de esas ganas de agradar a la parroquia del Emirates Stadium, Özil se echó al equipo a la espalda y empezó a meter miedo a un equipo, el de Guardiola, que no podía contener sus típicas arrancadas.
En una de ellas Wilshire le metió un genial pase al hueco por el carril del 10. Ya dentro del área, Özil amagó con tirar, pero en realidad se sacó un recorte de tacón que desesperó a Boateng. El central germano no pudo frenarlo y lo tiró al suelo. Penalti claro y amarilla para el zaguero. Özil tenía la oportunidad de volver al paraíso.
Cogió la pelota y se decidió a lanzar la pena máxima. Arteta, el encargado habitual de hacerlo, no estaba sobre el césped después de que fuera expulsado en la última jornada de la fase de grupos. Daba igual. Özil es un especialista. O eso parecía.
Su lanzamiento con la izquierda fue malo. Horroroso. Flojo y sin impulso, lanzó el esférico al centro de la portería, un poco escorado al lado al que ya se estaba cayendo Neuer. El portero del Bayern sacó la mano y pudo despejar con contundencia el tiro de su compatriota.
Özil no se lo podía creer, había fallado la ocasión del partido. Desde ese momento, nada se supo de su efervescencia y chispa. Mesut desapareció. Y con él, un Arsenal al que la expulsión de Szcesny terminó de sentenciar, aunque el austríaco Alaba decidió echar un cable al 11 del Arsenal para fallar el penalti que provocó la roja al portero polaco.
Pese a ello, las críticas llueven sobre la figura del mediapunta y más de una voz crítica en el Bernabéu con su venta empieza a pensar que Ancelotti tenía razón cuando le puso a él y no a Di María en el mercado para abandonar el Real Madrid, aunque incluso él mismo dudara hace poco de si su venta fue o no acertada.