
La final de la Europa League entre Atlético de Madrid y Athletic de Bilbao tuvo una cara (la madrileña, claro) y una cruz (la bilbaína, por supuesto). Frente a la alegría desatada de la hinchada vencedora contrastó, y mucho, las escenas que protagonizaron los jugadores del equipo subcampeón.
Buena parte de la plantilla de Bielsa lloró por el título perdido y la ocasión desperdiciada, tras 35 años sin aparecer en una final Europea por parte de la entidad que ayer defendieron.
Escenas de tristeza habituales en cualquier campo de fútbol que se convirtieron por momentos en imágenes de desolador abatimiento. Muchos de ellos lloraron como niños pequeños, ahogados en su propia tristeza. Los dos hombres que más lágrimas gastaron fueron Iker Muniaín y Fernando Llorente.
El primero, de apenas 19 años, lloró desde que el colegiado pitó el final del partido hasta que se marchó a dormir al hotel. Sus lágrimas impactaron al Príncipe Felipe, presente en el palco de autoridades y quien trató de consolar como pudo al joven navarro.
Llorente, por su parte, también mostró su tristeza de forma impactante para los aficionados del Athletic y los de un Atlético de Madrid que ovacionó al subcampéon por todo lo conseguido hasta la noche del miércoles.