
José Mourinho se ha convertido en una especie de enemigo público para los aficionados del FC Barcelona. Hubo un tiempo en el que no fue así. En 2008 Joan Laporta estuvo a punto de firmarlo como entrenador de la entidad blaugrana. Cuando los contratos estaban redactados, cuando los términos estaban pactados, hubo un incidente que impidió que 'The Special One' fuera el técnico de la entidad blaugrana. Mourinho no pasó la prueba de la cena con Johan Cruyff y rompió su pacto para marcharse al Inter de Milán.
Después de aquello, la política deportiva del ex presidente barcelonista giró para fijarse en Pep Guardiola como sucesor de Rijkaard. Quizá aquella decisión de Mourinho salvó a la entidad blaugrana y la encaminó hacia la senda de la gloria que hoy transita con tanto éxito.
Sí, han leído bien: la decisión de Mourinho. Fue el de Setubal el que dio el paso para no sentarse en el banquillo del Barcelona y lo hizo porque su ego chocó con el de Johan Cruyff, tan o más grande que el del propio preparador portugués.
Historia de un divorcio no previsto
Todo arrancó en el final de las negociaciones entre ambas partes. Laporta y Mourinho llevaron en secreto las negociaciones y cerraron el pacto que le iba a convertir en entrenador del Barça por cuatro temporadas, en un contrato muy similar al que firmó la pasada campaña por el Real Madrid.
Su sueldo no sería tan alto (actualmente percibe 10 millones de euros), pero se situaría muy por encima de los 1'5 que terminó firmando el elegido: Guardiola.
Los documentos estaban imprimidos. Los bolígrafos para firmarlos, listos. Sin embargo, antes de que se produjera el acuerdo de forma oficial, Laporta solicitó a Mourinho que cenase con Johan Cruyff. Era una especie de prueba de fuego para el luso, que debía pasar el visto bueno del gurú que, durante todo su mandato, ejerció de líder espiritual de Laporta a la sombra.
Fue entonces cuando Mourinho se negó. Según la Cadena Cope, fue él quien no aceptó. No quiso. El motivo se esconde en algunas de las críticas que Cruyff le lanzó cuando era entrenador del Chelsea.
Al holandés no le gustó ni su estilo futbolístico ni alguna de las celebraciones que dedicó el técnico cuando, con el conjunto inglés, eliminó al Barça de la Liga de Campeones.
Mourinho, por su parte, no guardaba un buen recuerdo de 'el flaco' por influencia de Van Gaal. Durante su época como asistente de éste recibió las influencias no solo de su pizarra, sino también de su disgusto por su compatriota.
El enfado de Laporta
Laporta insistió en que el encuentro entre ambos entrenadores se produjera, pero la negativa del actual técnico blanco fue rotunda. Ya por entonces el Inter de Milán rondaba con cantos de sirena al preparador portugués.
Laporta, decepcionado con la actitud de Mourinho e impulsado por el consejo de Cruyff, rompió las negociaciones y cambió de idea. De no haber sido así, hoy Mourinho estaría, quizá, sentado en el banquillo Camp Nou. Asunto bien distinto es si lo haría con la misma gloria que acumula Guardiola.