Fondos

Clonar un índice o un activo concreto es posible, ¿pero rentable?

Julio de 1996: el mundo se quedaba atónico ante el nacimiento de la oveja Dolly, un clon de otra. Julio de 2006: los inversores españoles asistían al lanzamiento de los fondos cotizados, unos productos que buscan clonar un índice o un activo concreto. Analizamos sus ventajas... y también sus inconvenientes.

Un 6 de julio de 1996 el mundo quedaba sorprendido al descubrirse el nacimiento del primer mamífero clonado a partir de una célula adulta. Sí, se trataba de la famosa oveja Dolly, y su creación no dejó a nadie indiferente. Mientras los científicos defendían lo importante que este descubrimiento podría ser para la ciencia, otros acudían a la moralidad y la ética para atacar tan malvado experimento en tanto en cuanto éste pudiera trasladarse a la raza humana. Pero todos se cuestionaron la misma pregunta: ¿es posible crear algo que replique a algo ya existente?

En el mundo financiero, esto es precisamente lo que intentan los fondos cotizados (ETF, por sus siglas en inglés). Un tipo de productos que replica el comportamiento de un índice o activo concretos. Es decir, ganan tanto como lo hace su selectivo de referencia y pierden tanto como lo haga el índice. Aunque nacieron en 1993, no llegaron a cotizar en el mercado español hasta 2006. Precisamente el próximo martes se cumplen tres años desde que el primer fondo cotizado made in Spain (BBVA Accion Ibex 35 ETF) vio la luz. Un tiempo suficiente como para analizar si han tenido acogida en el mercado nacional y sobre todo para aventurar si la tendrán en un futuro.

"Hemos visto una evolución muy positiva con la entrada en el mercado nacional de estos productos ya que se han popularizado", afirma Victoria Ros, directora de renta4.com, una de las plataformas que ofrece fondos cotizados tanto de mercados nacionales como internacionales. También lo hacen ETF Securities, Inversis, Cortal Consors o Self Bank, entre otras.

Pero hay quien no está tan de acuerdo. Un ejemplo es Santander. Pionera en el mercado español junto con BBVA y Lyxor, decidió abandonar este mercado en septiembre del año pasado "por la falta de interés del inversor español", afirmó en su momento. Este "abandono" dejó a BBVA y Lyxor como las únicas sociedades gestoras de ETF en el mercado español aunque, ojo, porque pese a que el mercado cuente con 32 fondos que cotizan en España (el último que se ha estrenado en bolsa es el ETF Inverso sobre el Ibex de Lyxor este mismo jueves), el universo al que puede acceder el inversor particular es mucho más amplio, ya que a través de estas plataformas se pueden contratar tantos productos como estrategias hay en el mundo.

Peor fiscalidad, mejor liquidez

Pero, ¿qué diferencia existe entre un fondo cotizado y uno tradicional? En resumen, ¿qué gana un inversor? Dos son las principales diferencias: la liquidez y el tratamiento fiscal que tiene el producto. Los ETF se pueden considerar como un híbrido entre las acciones y los fondos, pero se parecen más a las primeras desde el punto de vista fiscal. De hecho, aunque sus ganancias tributan al 18 por ciento, al igual que lo hacen las de los fondos, no cuentan con su gran ventaja fiscal, la de los traspasos. Los traspasos entre ETF sí tienen que pasar por Hacienda. Además, tampoco cuentan con una de las ventajas más características de las acciones. A diferencia de ellas, los primeros 1.500 euros de dividendos, porque los ETF también los pagan a sus partícipes, no están exentos de tributación.

Aunque los fondos cotizados pierden la batalla de la fiscalidad, ganan la de la liquidez. Al menos en la mayoría de los casos. Al cotizar como acciones, sus participaciones se negocian en tiempo real, por lo que el inversor puede entrar y salir (comprar y vender) en el momento que quiera. En cambio, si un inversor quiere salir de un fondo tradicional, su participación se valorará al cierre del día anterior. Sin embargo, algunos inversores presentan sus dudas en cuanto a la liquidez de los mismos. Unas dudas que obecedecen a dos variables: por un lado, al replicar a un índice son tan líquidos como lo sean las acciones que componen ese índicador (si un índice suspende la cotización, también lo hace su replicante); y por otra parte, está el miedo de que su escaso volumen de negocación termine afectando a la liquidez de sus participaciones. A falta de antídoto para el primer caso, las firmas de inversión idearon uno para el segundo. De hecho, Adrián Juliá, director de productos cotizados de Société Générale en España, pide a los inversores que no asocien el volumen de contratación con la liquidez del fondo. También defiende esta idea Ros. "El volumen de negociación no es tan importante porque el emisor es quien se encarga de que haya posiciones suficientes, los especialistas se encargan de que haya posiciones sufientes en el mercado, de que haya contrapartida", asegura. Lo que esta experta denomina especialista es lo que se conoce en el mercado como market maker (creadores de mercado).

El cotizado científico

Estos creadores de mercado son a los fondos cotizados lo que los científicos Ian Wilmut y Keith Campbell a la oveja Dolly: los responsables de que el clon salga lo mejor posible. El funcionamiento es el siguiente. Los intermediarios bursátiles, creadores de mercado y gestoras acuden al mercado primario para realizar las suscripciones y los reembolsos de participaciones de los ETF. Unas partipaciones que se intercambian luego en el mercado secundario y a las que proveén de liquidez los creadores de mercado, minimizando las diferencias que puedan existir entre el valor liquidativo del fondo (que otorga la gestora, en función del patrimonio, la rentabilidad de la cartera y las comisiones) y el precio del ETF en sí. Esta diferencia es lo que se conoce como horquilla. Cuanto más ajustada sea ésta, mejor. Sociedad de Bolsas marca las horquillas máximas que han de tener los fondos que cotizan en el mercado español. Las menores exigencias las concentra Afi Monetario Euro, con horquilla máxima permitida del 0,05 por ciento, mientras que la mayor horquilla permitida está en dos fondos de Lyxor: Lyxor ETF World Water y Lyxor Russia. En ambos casos se permite que alcance el 4 por ciento. Es decir, la diferencia entre el precio de compra y el de venta puede ser de un 4 por ciento. Una cifra que algunos inversores consideran excesiva, pero que las firmas gestoras defienden como normal, teniendo en cuenta que ésta se aplica en aquellos mercados menos líquidos.

En todo caso, además de estas particularidades, lo que un inversor ha de conocer a la hora contratar un ETF son las comisiones que aplica. Si bien es cierto que las comisiones de gestión suelen ser sensiblemente inferiores a las que aplican los fondos tradicionales (0,20 por ciento frente al 1 por ciento), no es éste el único gasto que han de asumir los partícipes. También hay que descontar los cánones de bolsa y las comisiones que se llevan los intermediarios bursátiles.

Lea el resto de la noticia en la edición fin de semana de elEconomista

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