
Cuando alguien promete que saldrá el sol mientras a través de la ventana sólo se ve nieve, la primera reacción que genera en su interlocutor suele ser la incredulidad. Esta misma reacción es la que se está dando entre los gestores de fondos de inversión y las retribuciones que prometen los bancos. Las entidades no se han cansado de repetir que mantendrán su dividendo contra viento y, sobre todo, contra la marea financiera.
Pero la confianza de que cumplan con su palabra, lejos de aumentar, ha disminuido considerablemente. Sólo esto explica el hecho de que ninguno de los quince mayores fondos que invierten en compañías con alta rentabilidad por dividendo tenga a ningún banco entre sus principales posiciones. Una situación que contrasta con su perspectiva de septiembre, cuando la mayoría contaba con bancos entre las principales posiciones de su cartera.
La razón de este abandono no es que las remuneraciones que ofrecen ahora los bancos sean pobres. De hecho, 13 de los 25 mayores bancos del mundo por capitalización bursátil ofrecerán en 2009 una rentabilidad por dividendo superior al 6%, según las estimaciones de FactSet. El problema es que se teme que los armarios de las entidades aún no están limpios de muertos.
Algunas señales
Y, a juzgar por los recortes de dividendos vistos en los últimos meses (JP Morgan, BBVA, Deutsche Bank, HSBC, Popular...) no andan mal encaminados. Al fin y al cabo lo primero que suele resentirse en épocas de vacas flacas es precisamente la retribución al accionista, y más en periodos de aumento de provisiones y de ampliaciones de capital.
"Los gestores no están interesados en buscar compañías con altos dividendos, sino que se fijan en las que los puedan mantener y los bancos no están dando desmasiada visibilidad", afirma Céline Giffard, analista de Self Trade. ¿Y quién tiene las mayores papeletas para mantenerlo? Pues a juicio de los gestores, las telecos, las eléctricas y las farmacéuticas. Es resumen, las compañías consideradas históricamente más defensivas.
Por ejemplo, Teléfonica (TEF.MC), que recientemente desafió al mercado anunciando que incrementaría su dividendo un 20% en los dos próximos ejercicios, es una de las claras favoritas, sobre todo para los fondos gestionados por firmas españolas. Así, tanto BK Dividendo, BBK Dividendo y Santander Dividendo Europa incluyen a la teleco española entre sus tres principales posiciones. No en vano, el consenso de mercado muestra que la retribución al accionista presenta un futuro estable (rentabilidad del 6,42% en 2008, del 7,86% en 2009 y del 8,54% en 2010), aunque su pay out (el porcentaje de beneficios que ha de destinar al pago del dividendo), superior al 60%, excede lo que se puede considerar como lógico.
Junto con Telefónica, otro de los nombres que más se repite en las carteras de los gestores es el de E.ON <:EOA.XE:>. El caracter defensivo de la eléctrica alemana cumple con el requisito de tranquilidad que demandan los gestores. La rentabilidad de su dividendo en los últimos años ha respondido correctamente a sus inversores y todo indica que se mantendrá en el entorno del 8% durante los próximos años. Además, el esfuerzo que se prevé que tenga que hacer la alemana para mantenerlo apoyándose en sus beneficios es muy similar al que hizo en años anteriores (en 2009 debería destinar el 51% de su beneficio al accionista).
Ya no nos fiamos más
La animadversión que ahora muestran los gestores hacia el sector financiero contrasta radicalmente con lo que pensaban de estos valores hace menos de seis meses, cuando sí ocupaban un puesto preferente en las carteras. Por ejemplo, el fondo DWS Invest European Dividend tenía Intesa San Paolo, Axa y Allianz copando las tres principales posiciones de su cartera. Ahora, no tiene ninguna de estas compañías. Algo similar sucede con ING Invest Euro. A finales de diciembre tenía cuatro bancos entre sus diez principales posiciones. A cierre de año, sólo uno: BBVA.
¿Qué explica el cambio de rumbo? La quiebra de Lehman Brothers y sobre todo el efecto que ésta tuvo en el resto del sector financiero (ampliaciones de capital y estrepitosas caídas de su valor bursátil). Tampoco acompaña la cada vez más popular decisión de que los Gobiernos se conviertan en accionistas mayoritarios de las entidades, ya que su aterrizaje en ellas suele llevar apareado un recorte de la retribución al accionista. Y candidatos para ser intervendidos no faltan.