Los fondos inmobiliarios se han convertido en la diana de todas las críticas, hasta el punto de que muchos auguran ya hasta su muerte. Las tasaciones extraodinarias y las suspensiones de reembolsos quizá no sean unas medidas muy aplaudidas por los inversores, pero sí para los expertos, que afirman que la causa principal de que estén heridos de muerte es precisamente su excesiva flexibilidad, al permitir la entrada y salida de inversores por doquier.
"Los fondos inmobiliarios están siendo víctimas de una crisis muy grande y ahora es cuando la gente se está dando cuenta de que son ilíquidos. Tienen que ser mucho más cerrados", aseguraba Alicia Jiménez, directora de análisis de SelfTrade, minutos después de conocerse que Santander Banif Inmobiliario no iba a poder reembolsar todos los rescates que les habían solicitado sus partícipes (ascendían al 80% del patrimonio del fondo).
Imposible contentar a todos
La mejor manera de limitar las salidas es limitar las entradas. Y esa es, sin duda, una asignatura pendiente de estos productos. De hecho, casi todos los fondos tienen una inversión mínima de entrada de 600 euros, es decir, asequible para todo tipo de partícipes, ya estén o no cualificados en la importancia del largo plazo, ante la falta de liquidez de estos fondos.
Sólo una gestora, BBVA, se dio cuenta de la necesidad de eliminar de su lista de clientes a los inversores más cortoplacistas aumentando la inversión mínima de su fondo inmobiliario a 50.000 euros, medida por la que recibió miles de críticas. Y es que el miedo a perder dinero no es el mismo si lo que puede perder son 600 euros o 50.000 euros.
Pero la medida más impopular de todas sigue siendo la del cierre. Aunque muchos defiendan que es lo mejor que puede hacer un fondo inmobiliario, lo cierto es que esta acción, lejos de tranquilizar al inversor, lo agita todavía más. Quizá para evitar esa agitación, Sabadell reiteró el pasado viernes que no pensaba cerrar su fondo Sabadell Inmobiliario pese a haber llevado a cabo una tasación extraordinaria de los activos del mismo. Una medida que seguro será muy aplaudida por los partícipes, pero no tanto por los expertos.
Carácter largoplacista
La crisis del fondo del Santander ha puesto de manifiesto que la mayoría de inversores no entiende el carácter largoplacista de este tipo de inversiones, cuyas rentabilidades aumentan a medida que la inversión se prolonga en el tiempo. "Quien invirtió pensando en el corto plazo, no está en el sitio adecuado", afirma Víctor Alvargonzález, de Profim.
Es lo mismo que sucede con la inversión directa en vivienda: si uno compra un piso para vender lo un año más tarde se expone a que el valor del mismo caiga pero si ese mismo inversor lo compra a cinco años vista lo normal es que dé buenos resultados. De hecho, todos los fondos inmobiliarios están en positivo a tres, cinco y diez años.
Los expertos son claros: si está usted en un fondo inmobiliario y tiene un perfil de riesgo a largo plazo, quédese. De lo contrario, saldrá perjudicado. "Si uno está atrapado, no es el mejor momento para salirse de él, porque vender en momentos de pánico no es la mejor estrategia tratándose de un activo tan poco líquido como el ladrillo", asegura Fernando Luque, analista de Morningstar.
Eso sí, conviene indicar que dentro de este grupo no se incluye necesariamente al fondo del Santander, ya que, según muchos, tiene más posibilidades de ser liquidado que de sobrevivir a la tempestad del momento. Es la pescadilla que se muerde la cola. Si los inversores se van, el fondo tiene que malvender activos perjudicando a los que deciden quedarse dentro. Pero hay un peor todavía, ya que si cunde el pánico y el patrimonio cae por debajo de los 9 millones de euros, la gestora podrá liquidarlo por lo que los partícipes, tanto los que pidieron rescates como los que no, tendrían que acudir al concursode acreedores. Y eso sí que es un drama.