Una masacre como la de Aurora es capaz de detener una campaña presidencial en EE.UU., pero no de destrabar el debate sobre el control de armas que resurge del letargo con cada evento de este tipo.
Tanto el presidente de EE.UU., Barack Obama, como su virtual rival republicano, Mitt Romney, suspendieron los actos de campaña en memoria de los 12 fallecidos que dejó el asalto armado en un cine en Aurora, un suburbio de Denver, durante el estreno de la última película de la saga de Batman.
Pero ninguno de los líderes se refirió a la polémica sobre la necesidad de regular la posesión de armas personales, sobre todo las versiones civiles de equipos militares, como uno de los rifles de asalto usados por el presunto atacante de Denver, James Holmes.
Que los políticos no se refieran al tema no significa que no esté abierta nuevamente la polémica, que se reactiva con cada tragedia como la de Aurora. El debate empezó inmediatamente en los medios de comunicación.
Pero la experiencia muestra que el debate se disipa cuando las familias se recluyen en su duelo y el interés informativo cambia de foco, dejando el tema sin resolver hasta que la próxima tragedia lo reponga en la palestra.