Los libios, entusiasmados e incluso algunos con lágrimas, dejaron atrás el legado de Muamar Gadafi para participar ayer en sus primeras elecciones nacionales libres en casi 50 años, pese a que se han producido las primeras protestas de grupos que quieren la autonomía.
Los libios escogieron una asamblea compuesta por 200 diputados que elegirá a un primer ministro y un gobierno antes de preparar el terreno para unas elecciones parlamentarias completas el año que viene, ya con una nueva Constitución.
Los candidatos con programas islámicos eran los favoritos entre los más de 3.700 aspirantes, lo que sugiere que Libia será el próximo país de la Primavera Árabe, tras Túnez y Egipto, en el que los partidos religiosos se quedan con el poder tras los levantamientos populares del año pasado que derrocaron a regímenes autoritarios.
En la ciudad de Bengasi, en el este del país y cuna de la revuelta del año pasado, pero ahora centro del descontento con el gobierno provisional, testigos dijeron que un grupo de personas asaltó un colegio electoral poco después de que comenzara la votación y quemó cientos de papeletas robadas, en un intento de socavar la credibilidad de los comicios.
En la capital, Trípoli, la votación se desarrolló sin problemas. Un grito de ?Alá es grande? se pudo oír dentro de un colegio electoral cuando votó la primera mujer.
Pero el desértico país de seis millones de habitantes ha experimentado una transición azarosa desde la muerte de Gadafi. Las milicias armadas operan de manera independiente, se niegan a integrarse en un ejército nacional, y las profundas divisiones regionales y tribales derivan en violencia con frecuencia alarmante