Los expedicionarios de la Ruta Quetzal BBVA disfrutaron hoy de un refrescante baño en el cenote de la ciudad de Dzibilchaltún, y experimentaron la sensación de sumergirse en un lugar sagrado en el que los antiguos mayas realizaban ofrendas y sacrificios a los dioses.
Envuelta en una espesa vegetación, Dzibilchaltún conserva el misterio de esos lugares a los que todavía no ha llegado el turismo y en sus recintos se puede disfrutar aún del canto de los pájaros y el sonido del aire al chocar con los árboles.
La ciudad llegó a tener catorce kilómetros cuadrados de extensión, excavados desde hace tiempo fundamentalmente por la Universidad de Tulane, en Nueva Orleans, por el "National Geografic" y después por el Instituto Nacional de Antropología e Historia de México (INA).