Al próximo gobierno británico le esperan tareas titánicas en materia de economía, ya que tendrá que enderezar las deterioradas finanzas públicas, consolidar una recuperación económica frágil y reformar un sistema financiero más criticado que nunca.
La prioridad absoluta es la reducción del déficit público, que aumentó a 163.000 millones de libras (190.000 millones de euros, 250.000 millones de dólares) en el último ejercicio fiscal, o el equivalente del 13% del PIB, contra sólo 3% antes de la crisis financiera.
Este incremento sin precedentes en tiempos de paz empieza a provocar sudores fríos a los mercados financieros, sobre todo tras la experiencia de Grecia.