Que la salsa apasiona hasta en los rincones más insospechados del mundo es algo que demuestran los alumnos de la academia Salsa Dance de Katmandú, acostumbrados a menear las caderas entre las alturas de los montes himaláyicos.
Un viernes al mes, cuatro docenas de jóvenes se reúnen en un restaurante del turístico barrio de Thamel para disfrutar juntos de la noche de salsa, al abrigo de las miradas que despertaría su baile apretujado en cualquier otro lugar de esta ciudad aún conservadora.
Los pasos los aprenden en la academia Salsa Dance, montada por el nepalí Vinayek Das Shrestha y la canadiense Katia Verreult, que fue inaugurada en el año 2004 y por la que han pasado hasta el momento 5.000 alumnos, aunque no todos tenaces.