Cuando la niña tenía tres años, Maite descubrió que la Naturaleza había jugado una mala pasada a su hija, ya que su cerebro masculino vivía atrapado en una anatomía de mujer. Hoy, cumplidos los veinte y después de "mucho sufrimiento", este joven asturiano es feliz, "muy feliz", destaca su madre.
"Tiene los mismos sueños que cualquier chico de su edad. Es un joven enamorado, responsable, maduro, fuerte,... Un hombre hecho y derecho que está pendiente de un trabajo como auxiliar de vuelo", continúa Maite, quien, a pesar de todo, no logra olvidar lo que la familia, y especialmente su hijo, ha sufrido en todo este tiempo.
Han sido casi dos décadas, recuerda Maite en conversación con Efe, de idas y venidas al hospital, de tratamientos hormonales, consultas con médicos y psicólogos, de aprender a convivir en el colegio y en la calle con el rechazo social que su hijo nunca sintió en casa.