Firmas

Recuperar la realidad

Pablo Casado. Foto: Efe.

No serán su famoso máster ni su título universitario los que hagan caer a Casado, por más empeño que pongan los periodistas portavoces de Iglesias. Dado el curso que han tomado los acontecimientos, todo apunta a que difícilmente evitará el trámite del Supremo, pero si hubiere delito sería responsabilidad de los que firmaron las actas. Él, en el peor de los casos, tendría que pagar como beneficiario y todavía habría que probar que obtuviera rédito alguno, cosa que niega. Ahora bien, en términos políticos, el acoso al que le han sometido, habiendo imputados sin ir más lejos en el propio Gobierno de España -véase el ministro de Agricultura-, antes que perjudicarle, le refuerza frente a sus bases. El hartazgo provocado por la doble vara de medir de la que tanto ha abusado la opinión políticamente correcta dictada por la izquierda se puede palpar.

El verdadero reto de Casado radica en ello, en dar con el discurso que acabe de una vez por todas con esa realidad paralela. Esa realidad por la que las mal llamadas feministas paralizan España a raíz del fallo del caso de La Manada, una sentencia ajustada a la ley, pero callan ante los repugnantes insultos que reciben casi a diario las dirigentes de Ciudadanos en Cataluña. Esa realidad paralela en la que los CDR pueden okupar las playas con cruces amarillas, pero los que las quitan son fascistas peligrosos, en palabras del presidente de la Generalitat. Esa realidad en la que las víctimas del terrorismo son empresas que viven de sus muertos, según la repugnante pancarta con la que recibieron a Santi Potros en su pueblo, y a los asesinos de ETA se les recibe como hombres de paz en los parlamentos.

El reto de Casado pasa por acomodar a un tiempo a la derecha más extrema, a la liberal y a la cercana la socialdemocracia bajo las siglas de su partido. Debe persuadir al votante desengañado decidido a hacer suya la papeleta de Vox -y son legión, aunque se nieguen a preguntarles en las encuestas- de que no le traicionará como siente que hizo Rajoy. Su resistencia será numantina, pues nada resulta más complicado que recuperar la confianza de alguien que se ha sentido utilizado. Pero, con todo, la gran dificultad estriba en persuadir a un mismo tiempo a aquellos que han huido de la gaviota, que no terminan de confiar en un Ciudadanos que se ha mostrado voluble e incierto en asuntos clave en ocasiones, pero que temen hacer suyo el voto del PP porque les han dicho en la tele que Casado es un tipo de derechas y les puedan tildar de fachas. Es previsible que Rivera o Abascal no se queden de brazos cruzados mientras la esperanza blanca de Génova trata de seducir a sus potenciales votantes. Y, sin embargo, sólo una gran plataforma que aúne todo ese espectro electoral que aglutina a la gran clase media, bien bajo una sola sigla bien en coalición, puede arrebatar el poder a esa izquierda que quiere hacernos comulgar con ruedas de molino dictando cada mediodía las normas de la moral pública, que son las que en cada ocasión le convienen.

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