Firmas

El peor 'Govern' posible para Cataluña

En Cataluña, después de la reunión de Estado en Alemania de este fin de semana, nadie duda de que Carles Puigdemont será el presidente en la sombra la próxima legislatura. Es evidente que el ex president fugado planea jugar al gato y al ratón con el gobierno de Mariano Rajoy hasta el 14 de mayo (fecha tope que se ha marcado para su investidura) y después, emulando como fue su propia llegada a la Generalitat, elegir un sucesor o sucesora que contente a la CUP, apurando el plazo al máximo para evitar unas nuevas elecciones, que serían convocadas de forma automática si no se ha cerrado una investidura el 22 de mayo.

En Barcelona ya adelantan que vivirán días de infarto, de negociaciones en despachos, de ruedas de prensa de la CUP y de posibles movilizaciones, en los que se volverá a hablar de proceso constituyente, gobierno efectivo en el exilio -al menos hasta que Puigdemont sea extraditado-.

Todo ello como anticipo a una legislatura de parálisis para la economía catalana; de importantes dudas de los inversores y de falta de alicientes para los empresarios, que no han conseguido de los líderes independentistas ningún compromiso más allá de un "captamos el mensaje", tal vez demasiado sutil, durante la campaña electoral y después de que miles de compañías catalanas se vieran obligadas a mover su sede social.

Tras casi cinco meses de espera después del 21-D, ver nacer un gobierno títere dirigido por Puigdemont, con una fractura interna todavía más profunda que en la legislatura previa, con ERC, el PDeCAT y el ex presidente catalán conviviendo por obligación para no convocar comicios, y con la presión de la CUP no es especialmente alentador y está muy cerca del peor escenario posible que los sectores económicos dibujaban antes del 21-D.

La frustración de los empresarios ante la realidad de que los políticos independentistas ya no les tienen en cuenta después de que, durante años, hayan evitado ser beligerantes con el secesionismo, es un lastre añadido, que puede condicionar todavía más el histórico dinamismo de Cataluña.

Sin visibilidad sobre los pilares en los que se va a sostener la política catalana durante los próximos años, ¿quién se atreverá a tomar una decisión de inversión significativa? Habrá movimientos y los conoceremos porque el independentismo es brillante a la hora de publicitar sus logros, pero aún con menos publicidad, es muy probable que el importe de los proyectos que se quedaron en el cajón sea mayor.

Cataluña no necesita más tensión; necesita reconciliación más allá de planes multimillonarios de infraestructuras. Mantener viva la llama de una futura República puede dar votos, pero ahonda en el frentismo con el gobierno español y en la grieta social de las dos cataluñas que hoy existen y que el rupturismo estará dispuesto a utilizar cuando vuelva necesitarlo. Un problema no resuelto que daña a toda España.

WhatsAppFacebookFacebookTwitterTwitterLinkedinLinkedinBeloudBeloudBluesky