
El plan C está ante la prueba de su vida. Jordi Turull i Negre, 51 años, natural de la localidad barcelonesa de Parets, municipio en el que fue concejal pero cuyos vecinos rechazaron hasta tres veces que fuera alcalde, es el tercer elegido para la intentona del secesionismo catalán de mantener a toda costa el desafío al Estado español, a pesar de las pesadas cuentas que sus responsables tienen pendientes con la justicia.
Parece que el tres es el número clave en la vida de este catalán, reconocido nacionalista moderado hasta que la dirigencia de su partido de toda la vida, CDC, decidió tapar sus corrupciones sumándose a una oleada de indignación que ellos tradujeron en independentismo. Tres fracasos para ser regidor de su pueblo, tercer candidato a la presidencia en esta delirante legislatura en el Parlamento catalán, y tres delitos a sus espaldas: los que le imputa el juez del Tribunal Supremo Pablo Llarena, léase rebelión, sedición y malversación. Para colmo a las tres de esta tarde el partido clave en la vida política de Cataluña en estos aciagos años, la CUP antisistema, decidirá si nuestro protagonista se convierte a última hora de la noche en el 131 presidente de la Generalitat según la historia más ancestral, el sexto en realidad en la actual etapa de la democracia española.
Y el plan C podría ser también el más efímero. Apenas quince horas puede durar la presidencia de Jordi Turull, si el juez le comunica el procesamiento por esos delitos y decide aplicar medidas cautelares contra él en forma de prisión preventiva. Leyendo el artículo 384 bis de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, ese escenario no es imposible porque este precepto de nuestro ordenamiento jurídico contempla que quien es procesado y esté en prisión provisional quedará automáticamente suspendido en sus cargos públicos mientras dure la situación de prisión.
La clave será el discurso de investidura que pronuncie el candidato en una imprevisible sesión plenaria. Lo primero es que haya quorum. La oposición considera que se ha forzado el procedimiento, aunque esta mañana todos coinciden en la legalidad del pleno exprés. Lo segundo, que se diriman las cuestiones formales que a buen seguro llevarán el inicio de esta cita parlamentaria a una hora más propia del ocaso que del té británico. Y entonces será la hora de Turull, el plan C. Desde la calle Marqués de la Ensenada de Madrid se escrutarán las palabras del candidato de forma que mañana se tomarán las decisiones oportunas sobre su libertad de movimientos, si no están tomadas ya. Un simple atisbo de contentar a la CUP en sus exigencias rupturistas, y el presidente in pectore podría ser ex presidente en cuestión de horas.
Será más determinante incluso este discurso que el sumiso y obediente interrogatorio que protagonizó ante el juez tras reclamar su libertad. En aquella ocasión, renunció a la vía unilateral para conseguir la independencia y se comprometió a acatar la ley del país en el que nació y del que es ciudadano de pleno derecho, España. Desde aquel día, el Tribunal Supremo analiza todos y cada uno de sus movimientos, sus declaraciones, sus poses, para determinar si vuelve a cometer alguno de los delitos de los que se le responsabiliza junto a la treintena de dirigentes que llevaron a Cataluña al desastre en el que se encuentra.