
¿Periodista o influencer digital? Habría que ir a los institutos para saber si el periodismo, una de esas profesiones claramente vocacionales, está perdiendo tirón entre los estudiantes en detrimento de ese otro perfil cada vez más deseado entre los jóvenes. No descartemos que la tendencia al alza acabe siendo una mezcla de ambos. Los periodistas escriben para contar la realidad pero también para influir en ella.
Se informa y se opina con la legítima idea siempre de llegar al mayor público posible. De ahí que sean pocos los profesionales de la comunicación que hayan renunciado a mostrar su trabajo en las redes sociales o a vigilar el de la competencia de una manera tan cómoda y económica.
Estos canales empezaron a formar parte de nuestras de vidas hace algo más de una década y todos tuvimos que parar y entender su dinámica y las nuevas reglas del juego. Ahora, en general, las generaciones recientes de periodistas aterrizan sin necesidad de esfuerzos extra por integrar la labor habitual de redactor con su actividad en Twitter o Instagram.
Los últimos en llegar a la profesión son ya nativos digitales que han crecido con Youtube a la manera en que sus padres lo hicieron con la televisión. Tienen una relación natural con las redes que no suele darse en edades más avanzadas. Para unos y otros la tarea no acaba al publicarse o emitirse la pieza.
Lo explica muy bien Jordi Pérez Colomé en el libro colectivo Cada mesa, un Vietnam: "Ahora los lectores reaccionan -e influyen- al rato de haberse publicado algo, a veces incluso sin leerlo. Es imposible no tenerlo en cuenta. Ya sea en Twitter, en comentarios, por e-mail, en Facebook. Cuando clico en publicar una pieza, el trabajo no ha terminado. Los periodistas ya no viven por tanto en el limbo, sino que están en la misma olla que los lectores".
Los periodistas más jóvenes -los veinteañeros- declaran no marcarse unos objetivos ni seguir un plan de presencia en redes, probablemente porque no distinguen su identidad digital de la otra. Y por eso ni piden ni necesitan, ni se les ofrece formación como sí sucede con los veteranos. Así lo hemos sabido gracias a la encuesta realizada a más de un centenar de periodistas de toda España y promovida por la plataforma Janssen Observer con la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (Fape) y la Asociación Nacional de Informadores de la Salud (Anis).
El futuro más cercano parece claro: las amistades más o menos forzadas entre periodistas y redes irán dejando paso a una relación definitivamente más fluida. Cosa distinta es aún el presente. Aun hoy, buena parte de los profesionales que trabajan en el ámbito de la comunicación, el 75%, reconoce necesitar más formación. Cuando entran en las redes, donde más tiempo pasan es en Twitter o Facebook. El 60% le dedica, de media, de una a dos horas dentro de su jornada laboral.
Ciertamente poco, si tenemos en cuenta que ya hay noticias que no se llevan a las redes sino que se producen en su seno: ahí caben desde determinados tuits del actual presidente de Estados Unidos a chistes desafortunados de un concejal o un director de cine pasando por linchamientos varios, boicots ridículos y juicios paralelos.
En esa línea, el periodista Juan Soto Ivars cuenta en su libro Arden las redes que solo en noviembre del 2016 llegó a contabilizar 34 controversias en canales como Twitter relacionadas mayormente con "el escándalo y la ofensa colectivos" y todas ellas acabaron recalando en los principales medios del país. Las redes ya no están solo para consultar noticias o multiplicar el alcance de las mismas.
En las redes pasan y se dicen cosas de interés periodístico si bien la mayoría suele tener un sesgo casi siempre poco edificante. Al final se ha ido creando un clima si no opresivo, sí poco compatible con la libertad de expresión. Un clima de amenaza que podría atenazar cada vez más a los periodistas y que Soto Ivars ha definido como poscensura.
Hace seis años, en una encuesta parecida, solo el 30% de los periodistas consideraba las redes una fuente primordial, mientras que un 65% las percibía como una fuente complementaria. Las tornas han dado un vuelco y cada vez son menos los que transitan profesionalmente por los medios sin reconocerles el peso fundamental que han cobrado. Para bien o para mal. Una relación que los veteranos se esfuerzan por cultivar y que los más jóvenes viven con naturalidad. En ambos casos, el entendimiento es obligatorio.