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El reto de construir edificios seguros

Año tras año vemos cómo la naturaleza se vuelve más violenta y azota diversas zonas del mundo con vientos huracanados, tormentas e inundaciones que nos obligan a revisar los registros históricos en busca de fenómenos semejantes. Irma, María, Katrina… Desgraciadamente, lo vemos cada vez más a menudo.

Fenómenos climáticos que arrasan con las ciudades llevándose a su paso todo tipo de construcciones e infraestructuras. Y el principal problema es que estos episodios serán cada vez más frecuentes, algo que ha reconocido ya la propia Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) porque el calentamiento global avanza a un ritmo imparable y todos lo notamos cada vez más.

En este sentido, cada país tiene una normativa diferente para regular el diseño y cálculo de la estructura de un edificio. Habitualmente, estas normas disponen de mapeados con las velocidades del viento en las zonas en las que se van a levantar edificios, realizadas de acuerdo a los valores históricos registrados. Estas velocidades, combinadas con las características del suelo y la orografía, sirven de base para calcular las fuerzas que el viento puede ejercer en la estructura del edificio, de modo que se puede actuar en consecuencia para hacerlo lo más seguro posible.

Pero la velocidad del cambio climático es superior a la actualización de todas esas normativas, por lo que algunos de estos parámetros necesitan ser modificados para poder construir edificios capaces de soportar las hostilidades climáticas actuales. Igualmente, se deben determinar una serie de zonas rojas en las que estos fenómenos son más habituales y diseñar una normativa específica para ellas con un mayor grado de protección de las estructuras.

Para enfrentar este desafío, los arquitectos e ingenieros trabajamos en el desarrollo de nuevas técnicas de diseño y análisis de estructuras que permitan predecir el comportamiento de los edificios ante dichos fenómenos. El aumento en la potencia de proceso de los equipos, así como el manejo de información en la nube, permiten una capacidad y velocidad de análisis gracias a las que se pueden generar modelos más complejos. Se pueden realizar análisis del comportamiento de los edificios frente a vientos huracanados haciendo una simulación de la realidad para depurar los diseños y hacer realidad los edificios más carismáticos que proyectan los arquitectos con la mayor seguridad para su utilización y resistencia en el tiempo.

El otro gran problema al que se enfrentan los grandes edificios y las infraestructuras son los terremotos. Hace escasos días tembló México, en el 30º aniversario del gran terremoto que destruyó la ciudad. Hemos tenido que ver sobrecogidos como las personas huían despavoridas presas del pánico, perdían sus hogares y posesiones e incluso la vida. Aunque no se ha cesado en la investigación para hacer que los edificios resistan los terremotos de la mejor manera posible, a día de hoy sigue existiendo el reto de hacer que esto se consiga con costes razonables.

Existen varias maneras de diseñar un edificio para resistir un terremoto. En España, tradicionalmente se ha optado por hacer unas hipótesis de magnitud del terremoto y tratar de hacer la estructura lo suficientemente fuerte como para que los daños, en caso que suceda, se minimicen. El problema surge en dos puntos diferenciados: el primero es que se parte de una hipótesis del comportamiento del terremoto y de su magnitud y el segundo es que esto tiene un coste en la construcción.

Hace unos años vimos como Lorca tembló y, a pesar de existir una normativa sísmica, hubo edificios que se derrumbaron y otros muchos que hubo que demoler o reparar impidiendo que las familias accedieran durante periodos de tiempo prolongados. Pero, ¿por qué si hay una normativa y la construcción es supervisada se derrumbaron edificios? Pues porque el terremoto tuvo una magnitud mayor de lo que indicaba la norma y además, en algunos casos, no se habían seguido las recomendaciones de diseño sísmico o se trataba de edificios anteriores a la normativa. Por ello, es necesario que se revise la actual norma sismorresistente y su cumplimiento para que estos sucesos no vuelvan a ocurrir.

En otros países con terremotos más fuertes, se opta por aislar el edificio del terremoto y emplear otros medios para atenuar el movimiento de las estructuras. Está claro que este es el camino correcto, puesto que la filosofía en este caso es preventiva: que el edificio no se dañe y pueda seguir siendo usado. Se trata de "invertir hoy para no tener que reparar mañana" y para evitar daños mayores.

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