
Una de las principales batallas que afronta el turismo del siglo XXI es la turismofobia y su preocupante tendencia al alza en los últimos años. Este odio al turista y a los negocios, que dependen de él para subsistir surge cuando una parte de la sociedad asocia el sector turístico y todo lo que engloba como algo que resulta más perjudicial que beneficioso para la población. Además, esta corriente radical pone en la diana a aquel que menos culpa tiene: el turista.
España no puede, ni debe, renunciar al sector turístico, ya que es estratégico para la economía de nuestro país. El turismo supone en la actualidad el 11% del PIB, según datos de Exceltur. Por esta razón hay que combatir la turismofobia con medidas legales y sentido común y evitar que uno de los mayores atractivos españoles se vuelva en nuestra contra. Debemos seguir apoyando con fuerza a este sector, apostando a la vez por la innovación y estimulando otras alternativas, como el turismo interior para no saturar el turismo de sol y playa. Este modelo que ha funcionado -y lo sigue haciendo- muy bien durante décadas, debe tener opciones de recambio en el medio plazo sin renunciar a él.
La turismofobia ha tenido expresiones de odio y podemos destacar lo sucedido en Mallorca el pasado año, donde aparecieron mensajes cuyo lema rezaba: El turisme destrueix la ciutat (El turismo destruye la ciudad). Irónicamente estos mensajes aparecieron en paredes y puertas de negocios en forma de pintadas vandálicas. Sin embargo, Mallorca no ha sido la única, otras ciudades como San Sebastián, Ibiza, Alicante y, principalmente, Barcelona, son zonas donde se está incrementando la turismofobia, materializándose en forma de protestas y ataques contra actividades turísticas, y sectores hoteleros y de ocio.
Cataluña es la comunidad autónoma donde más publicidad han encontrado estos actos que persiguen al turista y a los comercios. Esto es un hecho preocupante, ya que la región es uno de los baluartes españoles -junto con Andalucía- a la cabeza del sector turístico, tanto a nivel nacional como europeo. En la actualidad, el turismo genera en Cataluña 50.000 millones de euros que se traducen en 500.000 puestos de trabajo y que, por sí solo, constituye el 15% del PIB de la comunidad. Barcelona y la Costa Brava son dos de los destinos preferidos por los turistas extranjeros, a los que hay que sumar la creciente presencia de cruceristas que hacen visitas exprés a la Ciudad Condal.
Se debe tratar la turismofobia con mayor firmeza, mejorando la respuesta por parte de las administraciones públicas, condenando los actos vandálicos y sin utilizar uno de los motores de nuestra economía como arma arrojadiza política para hacer campaña. Además, esta respuesta a nivel legal e institucional, no es incompatible con tomar medidas que corrijan los abusos del turismo low cost que degradan la calidad de aquellos lugares donde se producen, tales como la costa mediterránea y las islas.
La administración debe regular para evitar los abusos y las lagunas legales en las que operan muchos negocios. Con esta regulación, se protegerían los establecimientos que cumplen los requisitos legales, tienen sus permisos en regla y pagan las tasas municipales y los impuestos correspondientes. Con esta reestructuración legal se permitiría ofrecer un servicio óptimo de calidad a los turistas, para que quieran repetir la experiencia. Con esta regulación, aquellos que se aprovechan de los vacíos legales, deberán obtener una seguridad jurídica que fomente la equidad legal entre los comercios.
De la misma forma que no puede existir la alegalidad dentro del sector turístico, tampoco puede asfixiarse el desarrollo del turismo sostenible. El origen de muchas de las quejas de ciudades como Barcelona, tienen su origen en la sobreexplotación del turismo, que puede tener graves consecuencias en su sostenibilidad. Es imprescindible encontrar el equilibrio entre la industria turística, la protección del medio ambiente y la calidad de vida de los residentes.
El turismo es uno de los motores de la economía española, en el que somos una potencia a nivel mundial. Nuestro país siempre ha liderado el turismo europeo, siendo la seguridad uno de los motivos principales por los que la gente viene a España. A pesar de todo, los terribles atentados en Barcelona perpetrados el pasado 17 de agosto no deberían suponer un golpe al turismo en Cataluña, de la misma manera que el terrorismo ha afectado a ciudades como París, Bruselas, y que fue un duro varapalo para el turismo en EEUU con los trágicos sucesos del 11-S. Lo que sí está claro es que el odio y el radicalismo no es la respuesta a ningún tipo de problema.