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¿Empresas más competitivas pero con menos empleados? Ya está aquí el proceso de digitalización

La digitalización es el principal eje estratégico sobre el que gira el plan de reestructuración que acometió la banca en 2007, al objeto de lograr determinados objetivos: aumentar el nivel de productividad y, por tanto, de competitividad, cumplir las expectativas del nuevo cliente del SXXI (aunque, de forma contradictoria, han aumentado las comisiones), reducir costes, seguir el ritmo que marca la tecnología, adecuarse a las exigencias del regulador, impulsar al gestión multicanal, impedir que las FinTech arañen cuota de mercado, etc.

No obstante y en relación al empleo, todo ello implica una reducción considerable del número de trabajadores de las plantillas de las entidades financieras, puesto que el cierre de sucursales físicas es una de las claves del futuro digital bancario.

En nuestro país, los bancos suelen ser pioneros en adoptar estrategias rompedoras y, por ende, casi siempre son ellos los que marcan las tendencias de gestión empresarial más innovadoras, que posteriormente adoptan también las empresas de perfil no financiero.

Tanto es así, que otros sectores, tales como el industrial, comienzan a recorrer el camino tecnológico y revolucionario emprendido por la banca. En virtud de lo cuál, todo indica que los procesos de digitalización y automatización en las empresas industriales podrían destruir empleo en el futuro o, al menos, no recuperar los puestos de trabajo perdidos durante la crisis.

Empleo industrial en EEUU

Las empresas estadounidenses, que toman habitualmente la delantera de la innovación y del rupturismo gerencial a nivel mundial, hace tiempo que adoptaron la digitalización y la automatización como las estrategias focales de sus planes de negocio.

En este sentido, las compañías industriales norteamericanas están logrando competir y crecer con plantillas más reducidas, es decir, empleando a un número menor de trabajadores para desarrollar la misma o, incluso, una mayor carga de trabajo.

Puesto que la producción manufacturera en EEUU, se ha situado en un nivel similar al que tenía antes de la recesión. Pero tal logro ha sido conseguido sin haber recuperado los 1,5 millones de empleos que destruyó el sector durante el periodo de crisis.

Entre junio de 2009 (año en el que oficialmente se dio por finalizada la recesión) y noviembre de 2016, el empleo en EEUU, creció un 11%. Por el contrario, el empleo de las empresas manufactureras solo aumentó un 5% en esta etapa.

Más competitividad pero con menos plantilla

En el sector industrial de EEUU, la tecnología y los procesos de automatización han sustituido a la mano de obra entre los años 2007 y 2016. Los empleados que fueron despedidos mientras duró la recesión fueron reemplazados por equipos y herramientas tecnológicas de última generación, que lograron aumentar la producción de las empresas industriales hasta alcanzar prácticamente el nivel previo al estallido de la crisis.

Una de las conclusiones que se extraen de este fenómeno es que muchas de estas empresas pueden seguir ganando competitividad y crecer con muchísimos menos empleados.

Empleados menos cualificados

Además, mientras muchos trabajadores hiper cualificados han podido encontrar un nuevo trabajo en el sector una vez terminada la crisis, los obreros menos cualificados no han tenido la posibilidad de reincorporarse al mercado laboral debido a la automatización industrial.

En otras palabras, independientemente de cual sea el ritmo de crecimiento de la economía y del empleo de EEUU, existe un colectivo de trabajadores cuyo perfil está definido por una capacitación de nivel bajo que corre el riesgo de exclusión laboral permanente.

En España, los empleados de cualquier sector al que pertenezcan las empresas para las que trabajan también están en constante peligro de perder su trabajo y de no encontrar otro, pero no tanto por la automatización o la digitalización (exceptuando a los empleados de banca), sino más bien por la asfixiante presión fiscal y laboral derivada del parasitismo que ejerce el Estado sobre el sector privado.

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