
La abogacía está viviendo uno de los momentos más interesantes de su historia, con cambios de paradigma disruptivos, que están incidiendo en una profesión que se había mantenido estable durante mucho tiempo. Una profesión, casi artesana, que conservaba los mismos modelos empresariales y que, actualmente, está despertando a la aplicación de las técnicas de gestión.
Los cambios han venido produciéndose por la constante evolución del entorno: una mayor asequibilidad de la información; la inmediatez en las comunicaciones; la sofisticación del cliente y una fuerte presión a la baja de los honorarios, provocada por la competitividad y acelerada por una crisis global que no acaba de agotarse. Es de resaltar el gran impacto de las transformaciones tecnológicas, desde el desarrollo de la inteligencia artificial aplicada al sector legal, a las nuevas formas de acceso, almacenaje y transmisión de la información que nos sumergen en una nueva era, cada vez más tecnológica, más global, compleja e interdependiente.
Los cambios en el mercado ya han impactado en el perfil del abogado. El profesional tradicional era, ante todo, un estudioso, un técnico excelente que, si ejercitaba una buena labor, podía disfrutar de una carrera profesional exitosa. Hoy en día, asume que la profesión también ha evolucionado. Esto no quiere decir que se haya desfigurado, o desvirtuado, sino que necesita adaptarse a los vertiginosos cambios del entorno y a las nuevas necesidades que se han generado simultáneamente en los clientes. En un mundo cambiante, volátil, incierto, complejo y ambiguo, la evolución misma ha provocado que ser un profesional de alto nivel técnico ya no sea suficiente, que deba añadir a su currículo profesional competencias y habilidades nuevas sin las cuales, hoy, no puede ser un profesional competitivo.
Los clientes no encuentran la diferenciación en los aspectos técnicos, a no ser que busquen un abogado muy especializado en un tema muy concreto. La diferencia entre las firmas y los abogados viene dada por la calidad de su servicio y por los vínculos emocionales que puedan desarrollar con sus clientes. Es aquí donde surge uno de los grandes cambios de paradigma; el abogado, al que ya se le supone una gran excelencia técnica, debe poner foco también en la manera de prestar sus servicios y de cuidar al cliente.
Los abogados han de añadir a su formación nuevas habilidades y competencias que faciliten una adaptación a los cambios económicos y socioculturales. Habilidades como liderazgo, estrategia, espíritu emprendedor, gestión, orientación al cliente, desarrollo de negocio, comprensión y empatía con los clientes, flexibilidad, negociación? forman parte, ahora indispensable, del bagaje del profesional de la abogacía. En este sentido, podemos destacar que un estudio relativamente reciente (2014) de la Facultad de Derecho de Esade revela que las tres competencias más requeridas por los contratantes de abogados son: capacidad de trabajo en equipo, liderazgo y habilidades comunicativas.
Esta evidencia nos lleva a considerar, de forma generalizada, unas recomendaciones para la enseñanza universitaria en el ámbito del Derecho. En este sentido, es básico el refuerzo del desarrollo por competencias; los conocimientos económicos financieros; el enfoque práctico; la gestión de conflictos y el dominio de idiomas para nuestros futuros abogados. El jurista debe ser capaz de participar en el liderazgo y en la estrategia de las organizaciones en la que presten sus servicios, sin soslayar el rigor, el respeto y los valores universales.
También ha cambiado la profesión en un aspecto que se ha convertido en clave: la generación de negocio. Éste es otro de los grandes cambios de paradigma: los clientes no se acercan a un abogado por el hecho de que haya una placa ante su despacho. El profesional de la abogacía debe aprender a atraer clientes para sus servicios jurídicos en un entorno que, como hemos comentado, resulta extremadamente competitivo.
La efervescencia en la utilización de las redes sociales, que han irrumpido con fuerza en el contexto social, implica que los juristas se vayan adaptando a las nuevas herramientas para presentar sus servicios al público, decidiendo cuál es su mensaje y cuál su ventaja competitiva. Las técnicas de comunicación y de marketing, on y off line, son herramientas del management que nos ayudarán desarrollar un mercado propio.
En este sentido, podemos afirmar que la experiencia de La Facultad de Derecho de Esade, pionera en la aplicación y divulgación de estos conocimientos, corrobora el éxito de estas herramientas. Resulta básica la formación en estas nuevas disciplinas, entendiendo su especificidad y hablando de realidades prácticas de los abogados.
Además, teniendo en cuenta que los juristas necesitan operar en un entorno de pluralidad cultural, política y multijurisdiccional, es importante que los profesionales se sientan cómodos en entornos internacionales, que tengan formación en idiomas, hayan realizado estancias internacionales y tengan experiencia en ligas de debates internacionales (como los Moot Courts).
Así, en esta sociedad de la cuarta revolución, en plena ebullición y transformación, cada vez más compleja, global e interdependiente, deviene indispensable la formación más completa (tanto en elementos hard,como soft) que favorezcan un ejercicio profesional de excelente liderazgo y desarrollo de negocio, acompañado de un gran respeto por los clientes, empresas, instituciones y sus valores.