
Hablemos claro. El empaquetado genérico es una medida absurda y desproporcionada. Es el empecinamiento de algunos en perseguir al tabaco hasta sus últimas consecuencias. Es un ataque injustificado a un producto legal que ya cuenta con todos los controles y medidas suficientes para informar al consumidor sobre sus características y riesgos. Y no se trata de una mera opinión personal, es una conclusión lógica y razonada a la luz de los hechos y de las evidencias.
Durante la elaboración de la Directiva Europea de los Productos del Tabaco, el envasado genérico fue ampliamente debatido y descartado del texto definitivamente aprobado. Poner esta medida en marcha supone despreciar la voluntad de los ciudadanos europeos expresada a través de sus representantes en las instituciones europeas. La UE acordó duplicar el tamaño de las advertencias sanitarias en los envases de los cigarrillos y en los de picadura para liar; y así se hace desde el pasado 20 de mayo. Es decir, sin poder comprobar la eficacia de estas nuevas medidas, ya hay quienes quieren ir más allá, sin que nada lo justifique.
Pero, entrando en el mero racional de esta medida restrictiva, es evidente que la homogeneización del empaquetado atenta claramente contra la libertad de elección del consumidor. La desaparición de los rasgos distintivos de marca de las cajetillas y demás embalajes del tabaco hace que el consumidor se vea incapaz de percibir las características particulares de cada producto. En estas condiciones, el único elemento diferenciador será el precio y, por tanto, puede conducir a una desviación del consumo hacia los productos más baratos. La consecuencia es una reducción de los ingresos, tanto para el estanquero como para el Estado, que vería disminuir la recaudación por impuestos especiales.
Y en esa búsqueda del mejor precio, el empaquetado genérico también anima al consumidor a adquirir productos de contrabando, carentes de cualquier control de calidad y/o sanitario y de fácil acceso para los menores, por disponibilidad y por precio. Sin marcas distintivas, será aún más difícil percibir las garantías que ofrece el producto legal y más fácil concluir erróneamente que no habrá mucha diferencia con el ilegal.
Las evidencias hablan por sí mismas. El empaquetado genérico sólo se ha implantado en Australia y el único resultado que se ha obtenido es que los niveles de contrabando han aumentado un 22% y se ha facilitado el acceso al tabaco de los menores de edad.
Los estanqueros españoles estamos en contra del empaquetado genérico, por considerarla una medida que lejos de beneficiar, perjudicará. Y mucho.
- Perjudicará al consumidor en su derecho a la libre elección de producto.
- Perjudicará al sector del tabaco que se verá desprovisto de cualquier elemento diferenciador y empujado a una guerra de precios.
- Perjudicará al Estado que verá reducida significativamente la recaudación de los impuestos especiales al tabaco.
- Perjudicará al entorno empresarial que verá mermada su confianza inversora en innovación ante medidas que implican la expropiación de los derechos de marca.
- Perjudicará al ciudadano que verá como aumenta el contrabando y, con él, las organizaciones criminales y otros tráficos ilícitos.
- Perjudicará a los menores que tendrán fácil acceso al comercio ilícito gracias a su bajo precio y a la carencia de controles.
Los estanqueros somos los últimos garantes del control del tabaco y el empaquetado genérico no sólo no nos ayudaría, si no que conduciría a una situación dramática a los más de 13.500 estancos que existen en España y las familias que hay detrás de cada uno de ellos.