
La burbuja inmobiliaria y bancaria, provocada entre otros factores por la concesión masiva de créditos por parte de las entidades financieras y que colapsó hace ocho años el sistema financiero mundial, se ha ido desinflando lenta pero progresivamente.
Recordemos que en España se tuvo que rescatar con el dinero de todos los ciudadanos a las antiguas cajas de ahorros, que representaban a la mitad de nuestro sistema financiero.
Este rescate financiero se fundamentó en la necesidad de sanear y dotar de solvencia a las entidades financieras, puesto que de cualquier otra forma la recuperación económica de nuestro país no hubiera podido arrancar.
Aunque, como en otros países, hubiera sido más rentable para los españoles que el Gobierno hubiera dejado caer a aquellas cajas de ahorros quebradas antes de convertirlas en 'bancos zombis'.
En cualquier caso, la mayoría de los políticos, principales causantes del desastre financiero en España y cuya anti gestión condujo a las cajas de ahorros a la quiebra, no han sido ajusticiados.
Pero, sin duda, uno de los mayores hándicaps que ha dejado la crisis de nuestro particular sistema financiero ha sido la desaparición del modelo social que abanderaban las extintas cajas de ahorros.
El nuevo entorno financiero
Actualmente, el entorno en el que se mueve el sistema financiero, tanto en España como en Europa, es más exigente, competitivo e inestable que el del periodo precrisis. Todo ello, teniendo en cuenta que durante estos años de crisis el sector ha sido saneado, revitalizado y reestructurado.
Por tanto, la banca tiene numerosos retos a los que hacer frente, tales como intentar que tengan éxito determinadas e innovadoras fórmulas de rentabilidad, adaptarse al nuevo marco regulatorio, llevar a cabo una transformación digital, competir globalmente, no perder cuota de mercado a favor de nuevos actores de perfil financiero pero que no están sujetos a la regulación bancaria, volver a ganarse la confianza y el respeto de la sociedad, etc.
Las entidades financieras se quejan del actual déficit de rentabilidad, a pesar de que los beneficios están aumentando. En este sentido, podemos definir el momento actual que vive el sector bancario como una etapa de consolidación o de transición hacía otro periodo en el que se espera un aumento progresivo de la actividad.
El sector también se encuentra constantemente pendiente de la política monetaria del Banco Central Europeo, puesto que en función de la estrategia que adopte el BCE puede incrementarse o no la rentabilidad de las entidades financieras.
El modelo de banca que demanda la sociedad
Considerando lo anterior, la sociedad postcrisis y en concreto el nuevo cliente del Siglo XXI está demandando un nuevo modelo de banca, que pueda combinar los conceptos relativos a rentabilidad y humanidad.
Puesto que la banca debería prestar en el futuro un servicio a la sociedad dotado de mucho más valor del que ha prestado hasta ahora y, de este modo, justificaría moralmente sus actuaciones.
Igualmente, la banca también debería potenciar sus valores y principios tradicionales (completamente olvidados antes y durante la crisis), basados en la visión del negocio a largo plazo, la conformación de gobiernos corporativos éticos, la prudencia en el análisis del riesgo, la austeridad, la transparencia, etc.
Pero, sobre todo, las entidades financieras tendrían que convertirse en marcas corporativas capaces de integrar en sus negocios el capitalismo con la responsabilidad social.
Prestigiar las instituciones para salvar la democracia
Los bancos, al igual que los partidos políticos, los sindicatos, la patronal, las politizadas administraciones públicas, etc., son instituciones altamente devaluadas y en las que los españoles no confían. Consecuentemente, las entidades financieras tienen la oportunidad de liderar el cambio institucional que está exigiendo la sociedad, tanto en cuanto las mismas pulsan diariamente la realidad económica, social y política de nuestro país...