Firmas

Del Estado de Derecho al desecho del Estado

  • Debe haber una fuerte reacción para evitar la catástrofe en la generales

El PP ha despilfarrado, por acción y omisión, las posibilidades derivadas de una mayoría absoluta, al cometer errores de bulto en múltiples temas llamados indefectiblemente a pasar factura. Su política de comunicación ha sido desastrosa y sus portavoces (acertadamente apartados y sustituidos por alguien con otro aire) parecían servir a su peor enemigo.

Ha tenido el infortunio añadido de sufrir recientes episodios de corrupción, que han dejado en segundo plano los de los restantes partidos, haciendo olvidar que ese elemento repudiable apareció con el primer gobierno socialista, se mantuvo durante toda su primera etapa y permanece enraizado de un modo peculiar en la región andaluza, de rectoría PSOE desde tiempo casi inmemorial. Incluso a los pretendidos "castos" se les ha visto el plumero. Con todo ello, multitud de votantes potenciales del partido gobernante han expresado su rechazo con su abstención o votos a otras formaciones.

El PSOE ha experimentado algo análogo, tras haber hecho padecer a todos los españoles los efectos de una política poco acertada durante una etapa muy crítica que nos dejó al borde de la ruina. El que hoy lo encabeza va camino de superar en incompetencia al que parecía imbatible. El rechazo a esos dos partidos ha proporcionado una cosecha de concejales y diputados a dos partidos emergentes, que han explotado la situación.

Uno, ocultando su naturaleza de neoleninismo bolivariano y antisistema con aspiraciones dictatoriales. La otra formación beneficiada por el maná, es cuasiunipersonalista. Casi se conoce sólo a su líder, que juega a la efebocracia como tapadera de inmadurez. "Su" partido carece de enjundia y de ideas -su cambiante "ideología" está totalmente difuminada-.

Un juego de pactos "contra natura" en el que ha participado el PSOE con mucho más beneficio ajeno que propio, ha creado un cuadro en el que buena parte de los entes territoriales -entre ellos las principales ciudades españolas- están regidos por personajes que en cualquier otro ámbito europeo se considerarían inadecuadas.

Pendientes de las generales

Tiene que haber una fortísima reacción para evitar que las elecciones legislativas nos conduzcan a la catástrofe que provocarían unos resultados similares a las de mayo. El PP y el PSOE están obligados a dar un giro radical para recobrar la presencia que en la actualidad exige la gobernabilidad de España.

El primero debe hacer frente de verdad a sus responsabilidades como partido gobernante. Tiene que restablecer el funcionamiento de las instituciones conforme a las normas jurídicas que deben imperar en un país europeo y aplicarlas en toda su integridad, en vez de consentir su vulneración. Tiene que responder a lo que le exige la parte de la sociedad que constituye su clientela natural, cumpliendo sus compromisos iniciales en todo lo posible, que es mucho.

Ha de eliminar del Gobierno y del partido a personas "quemadas", a las que han probado ostensiblemente su falta de cualidades, y prescindir de ese oráculo que ha tenido la habilidad de lavar el cerebro de personas inteligentes para persuadirles de hacer lo que más podía perjudicarles, a ellos y al PP.

No puede seguir jugando como única carta la gestión económica, que en conjunto ha sido acertada. Sería deseable, aunque utópico, que su presidente dejase paso a alguien menos afectado por los errores cometidos. Si no lo hace, tiene obligación de actuar de modo totalmente distinto a como lo viene haciendo -lento, distante y desidioso- y afrontar con decisión los gravísimos problemas.

No son menores los retos que tiene que abordar el PSOE para poder recobrar su papel de alternativa responsable de gobierno, sin descartar su papel, si es necesario, de apoyo al otro partido que hoy tiene entidad. Cabe también predicar para este último una obligación recíproca. Esto implica un cambio drástico respecto del planteamiento que le ha convertido en un títere de alguien dispuesto a fagocitarlo y exige apartar al responsable de esa situación esperpéntica y a todos sus acompañantes.

Pero no cabe imputar sólo a los políticos la necesidad de reaccionar. Ha de hacerlo, sobre todo, la sociedad española. Tiene que movilizarse, consciente del enorme peligro al que está abocada, y debe colocar en su sitio a las llamadas formaciones emergentes, calibrando la enorme peligrosidad de una y la inanidad de otra. Sus integrantes deben ver claro que, a la hora de votar o abstenerse, las actitudes emocionales o viscerales y las de castigo, como se demostró, sólo conducen a la autoflagelación.

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