
Los principales indicadores y análisis sobre la situación económica actual reflejan que están comenzando a verse algunas claras mejoras de las perspectivas económicas para nuestro entorno. Una de las preguntas clave que nos deberíamos hacer en este contexto es: ¿cómo salimos en términos de competitividad de esta larga crisis? La respuesta a esta pregunta requiere una profundización en diferentes aspectos fundamentales de la competitividad. En ese sentido, el Informe de Competitividad del País Vasco 2015 elaborado por Orkestra-Instituto Vasco de Competitividad, arroja algunas conclusiones especialmente interesantes y válidas para otra regiones españolas.
El aspecto concreto que me gustaría destacar es que la respuesta a la pregunta de ¿cómo salimos en términos de competitividad de esta larga crisis? depende de "para quién". La crisis ha afectado de forma muy diversa a diferentes personas, empresas y territorios, y también las sitúa en posiciones muy distintas para la salida de la misma. Habitualmente los análisis de competitividad se efectúan en base a indicadores promedio que ocultan realidades muy dispares.
Los análisis realizados en este informe muestran dicha heterogeneidad manifestada en un impacto muy diferente de la crisis, no solo en lo referente a personas y trabajadores, sino también con respecto a sectores y empresas. En consecuencia reclama también una búsqueda constante de equilibrio de políticas "a medida" para que la salida de la crisis sea para todos.
En lo que hace referencia a las personas, aunque las posiciones en términos de renta per cápita muestran que Euskadi ocupa posiciones muy buenas en comparación a otras regiones europeas, el análisis efectuado muestra también que las desigualdades han crecido mucho, especialmente en los dos últimos años. En cuanto a las empresas, a pesar de la aceptable rentabilidad media del conjunto de las mismas, más de un tercio de ellas siguen declarando pérdidas. Habría que impulsar, por lo tanto, políticas ajustadas a las diferentes circunstancias que permitan superar el riesgo de que la economía y la sociedad avancen hacia un modelo dual.
Claramente, la primera prioridad debería ser la creación de empleo, para así reducir los niveles de tasas de paro que tenemos y situar al País Vasco en los rankings de indicadores sociales de las regiones europeas en unos niveles equivalentes a los de competitividad económica. Para ello, tanto desde el Gobierno como, sobre todo, desde las empresas deberían impulsarse, por un lado, políticas de crecimiento e inversión. Pero, por otro, con el grupo de empresas rezagadas habría que proseguir con políticas de ajuste y desendeudamiento, y recuperación de la rentabilidad. Junto a ello, las políticas sociales deberían orientarse a asegurar el bienestar de los colectivos de personas y trabajadores más golpeados por la crisis.
En suma, tenemos que lograr que la salida de la crisis sea sostenible y socialmente inclusiva. No resulta posible el sostenimiento de una política social a largo plazo, si se resquebraja la competitividad económica; pero tampoco se puede construir una competitividad económica sostenible sin un desarrollo social. Así como a las empresas el contexto actual les exige pasar de vender productos a ofrecer soluciones integrales, los gobiernos tienen el reto de innovar para impulsar la competitividad y asegurar el bienestar de todos los ciudadanos.
Esta innovación pasa por hacer políticas de competitividad que a medio y largo plazo refuercen el desarrollo social y políticas sociales que fortalezcan la competitividad. Esto reclama una mayor transversalidad en el trabajo de diferentes departamentos de los gobiernos y una mayor coordinación entre diferentes gobiernos. Ello facilitaría una competitividad sostenible e inclusiva para los territorios.