
Estoy convencido al comenzar a escribir de que el mundo en el nacimos se parece poco al que dejaremos a nuestros hijos. La revolución tecnológica, la aceleración del eterno cambio que todo lo puede, es un hecho que ha variado la forma de transportarnos, de alimentarnos, de comprar, de viajar y de aprender. Las costumbres destinadas al descanso lo han cambiado todo, pero... ¿han transformado el nuevo mundo también la forma de trabajar?
En esta ocasión tampoco parece haber excepción ante lo inevitable. Recuerdo ahora una frase de Francisco Cambó, catalán, ministro de Hacienda y luego de Fomento en la España de Alfonso XIII (otro de esos olvidos), quien dijo en una ocasión que hay dos maneras de llegar al desastre: una, pedir lo imposible; otra, retrasar lo inevitable.
Así, sumidos en la vorágine que nos llega de la mano del siglo recién estrenado, aún llamamos a nuestros contratos indefinidos y temporales, a las personas laborales, funcionarios o de libre designación, presos en la rancia terminología que refiere a un mercado que fue dual y útil, que ya no sirve sencillamente porque hoy el mundo es bien distinto.
Muchos tipos de contratos nos aferran a un pasado que ya marchó, pero la realidad es que el 81,58% de los contratos que se firman lo son por necesidades coyunturales y cambiantes.
Es posible que debamos entender que el mercado laboral, independientemente de bonificaciones o subvenciones, no está interesado en la contratación indefinida porque lo que necesita es poderse adaptar el cambio inmisericorde y raudo que preside nuestros días.
Podemos hablar de un contrato único, para dejar de hablar de contratos temporales y denominarlos de otra manera, y también podemos dejar de hablar de contratos indefinidos y llamarles de larga duración, pero será lo mismo, a menos que deseemos dejar de engañarnos y de vivir de apriorismos que no hacen sino sumirnos en la confusión .
¿Cuánto deben durar los contratos?
La duración de los contratos viene impuesta por los encargos que recibe la empresa que contrata y por la necesidad en el momento de la vida profesional de cada trabajador, que también será siempre cambiante. Otra cosa es que debemos crear los mimbres como sociedad para que las personas puedan encontrar un puesto de trabajo tan rápido como lo deseen. De lo que se trata es de disminuir los tiempos de paro friccional. No puede ser que la necesaria flexibilidad se torne en inseguridad, y en eso debemos ir todos de la mano, ¡faltaría más!
Un estudio llevado a cabo por los principales expertos en nuestro mercado laboral afirma de forma contundente que las personas cuyos contratos son indefinidos, a los siete años los convierte en "no útiles para su función". Dice el estudio que "el futuro del mercado de trabajo pasa por la eficiencia en los procesos de ajuste entre las competencias que se necesitan para desarrollar un puesto de trabajo concreto y las competencias que un profesional puede ofrecer. Los contratos indefinidos pertenecen al siglo XX, cuando una empresa duraba toda la vida y los mercados eran más estables. Ahora se debe apostar por fórmulas donde el tiempo de contrato no sea lo más importante para el profesional. En periodos prolongados, superiores a los siete años de permanencia en una empresa es el profesional quien paga el precio más alto por su pérdida de competitividad, ya que el grado de especialización en métodos, procesos y tecnología reduce su capacidad de adaptación a otros entornos profesionales
Debemos perder el miedo gradualmente a los contratos temporales, pues el factor tiempo no es el causante de que estos tengan salarios bajos sino la mala y baja cualificación profesional de quienes se dedican a ello. Hay que potenciar herramientas que faciliten la incorporación de los trabajadores al mercado laboral, pero sin perder sus derechos, sin reducir sus salarios y luchar en contra de las malas prácticas realizadas por empresas dentro del mercado laboral que su único objetivo es la reducción de los salarios de los trabajadores y de sus derechos."
La clave está en las empresas serias, esas llamadas de trabajo temporal, capaces de gestionar la coyuntura de sus clientes y de garantizar los derechos de los trabajadores y su formación constante, el mejor modo sin duda de aportar sentido común y garantías a la temporalidad del mercado laboral, entidades que además deben pasar bajo la supervisión especial por parte de las Administraciones Públicas y las centrales sindicales.