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Crédito y falta de demanda

Desde el inicio de la crisis la caída del préstamo ha sido una constante. Basta con decir que desde el año 2008 la caída del saldo crediticio vivo, prestado por las entidades de crédito, ha retrocedido un 26 por ciento, según los datos publicados por el Banco de España esta misma semana.

Todos tenemos en la cabeza que la crisis que parece vamos abandonando -llevamos ya más de un año de crecimiento del PIB- ha estado provocada por un enorme apalancamiento de las familias y las empresas. Como muchas veces se ha manifestado, la crisis no es más que el pinchazo de la burbuja de crédito. El enorme aumento del crédito especialmente en los últimos años previos al 2008, ha sido el detonante de la recesión española, precisamente uno de los países conjuntamente con Inglaterra y EEUU donde mayor diferencia había en la evolución de ambas variables: crédito y renta. Aún en 2014 esa tendencia continúa, si bien la caída es ya mucho menos acusada, incluso los datos del último trimestre muestran ya una cierta estabilidad.

Sobre la necesidad de crédito mucho se ha escrito. La falta del mismo ha ahogado a muchas familias, autónomos, pymes y empresas medianas. Ha agravado aún más la larga recesión, ha contribuido a aumentar las cifras de desempleo. En el sector de la construcción la falta del mismo ha erosionado el sector profundamente provocando una debacle. Es del todo acertado decir que hemos vivido una etapa donde no existía crédito para nadie, no había prácticamente discriminación entre demanda solvente y no solvente; es más prácticamente no había ni siquiera demanda. Tampoco había discriminación en cuanto a la fuente. Si los particulares y pymes encontrábamos cerradas las puertas de las entidades de crédito, las grandes empresas ante la pérdida de confianza por parte de los inversores eran incapaces de financiarse y cuando lo hacían los tipos de interés que pagaban eran elevadísimos.

Sin embargo y después de esta larga travesía, las perspectiva han ido cambiando. Hoy las grandes empresas, las denominadas del Ibex, se financian ya con regularidad y a tipos muy reducidos en los grandes mercados financieros. Para las empresas españolas la nacionalidad ya no es un lastre, mas bien lo contrario. Las medianas empresas disponen de un nuevo mercado como es el Mercado Alternativo de Renta Fija (MARF) donde algunas empresas ya han encontrado una nueva fuente de financiación, ya sea para el corto plazo, pagarés, como para el largo, bonos y obligaciones. Fuentes alternativas como las plataformas de crowfunding parecen ir poco a poco captando la atención de los inversores y se advierte una cierta dinámica.

Esa apertura también la vemos en el crédito bancario. Vemos renovadas campañas sobre préstamos hipotecarios y también sobre autónomos y pymes no solamente en cuanto a disponibilidad de prestar, sino también en un abaratamiento de los tipos de interés. Es tan solo un primer paso. Los condicionantes para la concesión son todavía muy exigentes. No, no hay barra libre de crédito de forma indiscriminada como la hubo antes, pero tampoco se debe volver a aquella situación que ya hemos visto lo que ha provocado. Prestar es una actividad que debe ser muy conservadora, no se puede volver a la alocada actividad de antaño.

Sin embargo toda esa apertura de segmento y disponibilidad deja un sabor amargo, sabor que no es otro que el crédito no parece funcionar. ¿Qué está pasando? Pues lo que ocurre es que las familias siguen preocupadas por el paro y ahora se piensan mucho lo de pedir crédito. Ocurre que las empresas han aprendido de situaciones pasadas y hoy son muy reacias a pedir nueva financiación. Ocurre que la mejora macro tarda en llegar hasta la calle. Ocurre que la enorme brecha de desigualdad agudiza la demanda no solvente de créditos. Lo que ocurre no es otra cosa que lo que provoca una recesión de balances, es decir que existe una prevalencia por atesorar efectivo, que además la preferencia es ir reduciendo el saldo de la financiación. Sí, hoy existe una situación nueva en cuanto al crédito, sin embargo el aumento del mismo, de forma sustancial, va a tardar en llegar. Los efectos de la crisis todavía están ahí. Falta un aumento sensible de la demanda, que los beneficios de las empresas vayan al alza, que la recuperación cale en la calle. Será en ese momento donde podamos hablar de una recuperación sólida y sostenible del crédito. Pero para todo ello necesitamos tiempo y que no haya una recaída. Necesitamos que la banca abandone el préstamo hipotecario y se centre en el préstamo al tejido productivo.

En este sentido es necesario que las entidades de crédito aprendan a desempeñar correctamente su función que sepan diferenciar qué demanda es solvente y cual no, especialmente en el caso de las pymes y autónomos donde sus procesos de scoring no son efectivos y deberán retomar procesos de conocimiento de la demanda diferente. Para ello los bancos van a necesitar fortalecer y mucho la formación y la capacidad de las plantillas de banca de empresas. La banca tiene tener que salir de las oficinas y meterse de lleno en las instalaciones de las pymes para conocer el negocio y la potencialidad del mismo.

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