Hoy tendrá lugar la mayor privatización que ha presenciado España, desde la puesta en venta de Endesa en 1998. Tras los sobresaltos de finales del año pasado, el 49% de Aena saldrá a bolsa a un precio que ha batido previsiones: 58 euros por acción. Es el resultado del legítimo afán del Estado (especialmente, del Ministerio de Hacienda) de aprovechar a fondo la elevada demanda, sobre todo de inversores extranjeros, que han generado los títulos de un operador saneado y con prometedoras expectativas de crecimiento. La ministra de Fomento, Ana Pastor, cifró ayer en 10.000 millones el impacto económico total de la operación. Ya sólo los 4.260 millones que espera ingresar la Administración central contribuirán a poner en orden unas cuentas aún lastradas por la elevada deuda. Sin embargo, la manera en que el Gobierno ha apurado precios tiene su contrapartida. Uno de los mayores atractivos de las acciones de Aena es su alto dividendo, ya que el 50% del beneficio neto se destinará a pagar a sus socios.
Este aliciente, no obstante, se ha visto afectado. Una rentabilidad que ronda el 3,7% habría situado la remuneración entre las 12 mayores del Ibex, si el precio por acción siguiera en 53 euros. Al romper esa barrera, el dividendo de Aena retrocede al puesto 17. Además, la elevada valoración ha provocado que tanto Ferrovial como Alba (del Grupo March) hayan quedado fuera del núcleo duro de la compañía, lo que supone que su gestión no será privada y no queda aún libre de los vaivenes de los poderes públicos. Pese a todo, la salida a bolsa constituye un paso en la buena dirección para convertir Aena en una empresa de bandera capaz de enfrentarse a la libre competencia.