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Grecia no pagará: su PIB no da lo suficiente para enjugar las deudas

En 2009, siendo Primer Ministro, Yorgos Papandréu, ante la imposibilidad de financiarse en los mercados internacionales, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Central Europeo socorrieron a Grecia con 145.000 millones de dólares. En aquel momento tenía pendiente de pago unos 400.000 millones de dólares de emisiones anteriores.

Adicionalmente, el Gobierno griego tenía deudas por unos 800.000 millones procedentes básicamente de las pensiones, ya que su sistema permite la jubilación a los 55 años en caso de los hombres y 50 años en las mujeres, siempre que trabajen en profesiones consideradas duras, donde se encuentran unas seiscientas categorías que incluyen, por ejemplo, a peluqueros, camareros, músicos o locutores de radio.

Son datos aportados por Michael Lewis en su bestseller de 2011, Boomerang; donde también se pueden leer observaciones como éstas: en el empleo público griego se cobra casi tres veces más de media que en los empleos privados; un empleado de los ferrocarriles griegos gana, de media, 65.000 euros anuales; el gasto de personal en el sector público griego se ha duplicado en los últimos doce años; hay tres empresas públicas griegas de Defensa que acumulan deudas de miles de millones de euros; el sistema sanitario griego invierte en suministros mucho más que la media europea (en un país que no llega a los once millones de habitantes); no es raro ver a enfermeras y médicos salir del trabajo con los brazos cargados de toallas, pañales y cualquier cosa que puedan sacar de los armarios de suministros. Y Lewis concluye: da igual donde acaba el despilfarro y empieza el robo; lo uno enmascara y, por tanto, permite lo otro.

En 2013 -perdón por la autocita- publiqué un libro con el título: Codicia financiera donde, entre otros muchos aspectos de la economía global, traté el tema griego. Le dediqué un corto capítulo, que denominé: Se hunde el Partenón griego. Hacía referencia al engaño que el Gobierno del Pasok, presidido por el socialista Kostantinos Simitis, llevó a cabo (con la inestimable ayuda de Goldman Sachs) para entrar en su día en el euro. Para lograrlo, el Gobierno heleno había falseado las cuentas públicas. La corrupción, además, asolaba el país: sólo el 14% de la población pagaba impuestos. Y era el propio Gobierno quien, en 2010, calculaba la evasión fiscal en 37.000 millones de euros: alrededor del 12% de su PIB de entonces; con una deuda pública reconocida de 328.000 millones de euros, algo así como el 143% del PIB. El periodista, Kostas Vaxevanis, calificaba la corrupción de escandalosa y publicaba una lista de más de 2.000 ciudadanos que escapaban del fisco, y otros muchos con cuentas opacas en Suiza, sin contar las 250 empresas griegas que operaban off-shore.

No es la primera manipulación griega

La verdad es que la manipulación financiera griega ya se había dado antes. En 1886 se constituyó la Unión Monetaria Latina. Un club de países que, por iniciativa de Francia, Italia, Bélgica y Suiza, decidieron lanzar una suerte de moneda única ateniéndose a una conversión fijada de sus correspondientes monedas, de acuerdo a una cantidad específica de oro o plata en cada una de ellas.

Una forma de patrón oro (0,29 gramos por moneda) y de plata (4,5 gramos en cada una). Grecia se incorporó al club en 1889, y se vio obligada a abandonarlo en 1908 cuando se detectó que sus monedas no portaban la cantidad acordada de oro o plata. Años después desapareció la propia Unión.

Ahora estamos en otro escenario, y las discusiones se centran en las propuestas del partido ganador de las elecciones. Syriza propone no atender las obligaciones de pago de la deuda, que hoy supera los 315.000 millones de euros. Una deuda que está mutualizada y se reparte entre unos 17 acreedores. España ostenta el privilegio de estar en cuarto lugar, con más de 30.000 millones en juego. Seguramente, habrá negociaciones entre Bruselas y el nuevo Gobierno griego.

Se buscará salvar las posiciones de uno y otro lado. Puede que se alcance un acuerdo. Los griegos lo presentarán como un éxito, aunque acepten mantener ciertos compromisos de pago. Pero el país, Grecia, seguirá siendo el mismo.

Su PIB no da lo suficiente

Poco importa que ahora tenga un tímido superávit primario. Su economía hace aguas desde muchos ángulos. Son más de diez años en los que su balanza comercial es negativa por encima del 10%, y alguna vez se aproximó al 20%; lo cual indica que Grecia tiene una imperiosa necesidad de adquirir productos fuera de sus fronteras. Nadie allí está dispuesto a acometer las reformas necesarias, y sin una permanente inyección de euros por medio de nuevos préstamos no será capaz de salir adelante. El sector público griego supone el 40% de su PIB.

El turismo suma casi un 20% del PIB. Es una economía con cierto aire tercermundista imbricada en Europa. Seguirá el paso de otros países del mismo corte. Es un camino sin retorno: su PIB no da lo suficiente para enjugar las deudas crecientes. Nunca podrá atender sus compromisos, y tarde o temprano su contagio volverá a poner al euro en jaque. Es el momento de las grandes decisiones. Mañana puede ser demasiado tarde.

Eduardo Olier. Presidente del Instituto Choiseul España.

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