
Una actitud como la de Syriza traerá consecuencias muy arriesgadas para la propia Grecia.
A veces, los problemas actuales pueden contemplarse con la perspectiva nítida de la mitología. Por ejemplo, parece ser el momento de recordar que Zeus era un dios, precisamente griego. Valiéndose del engaño y de la astucia, se disfrazó de toro manso para acercarse a unas mujeres despreocupadas que bailaban sobre arena. Y una vez allí, aceptado por todas como un animal sin riesgos, abandonó el disfraz, sedujo a Europa, la mujer que tenía al lado (dicen que la más bella), la raptó por la fuerza y la violó después.
Este mito se conoce como el rapto de Europa, lo que no deja de asombrar porque no es precisamente el rapto lo que destaca, sino la violación final. Pero Europa ha olvidado esta historia mítica, aunque Grecia la repite cíclicamente, siempre con éxito. El país se incorporó a la eurozona a pesar de que sus cuentas eran un disfraz, su fiscalidad insostenible, su seguridad social una ficción. Pero Europa cerró los ojos, como cuando fue seducida por el toro. Y Grecia volvió a raptar a Europa y a amenazar la continuidad del euro y la existencia misma de la Unión Europea.
El fingido asombro de las mentiras financieras griegas fue como el fingido asombro de las mentiras financieras de las cajas de ahorro en España. Todos sabían qué pasaba. Todos sabían que Grecia (como las cajas) se disfrazaba. A nadie le importó entonces, porque Grecia gastaba como un muchacho que quiere impresionar al barrio entero, aunque todo fuera de prestado. Venía bien cerrar los ojos. Sobre todo los ojos geopolíticos. Ahora vuelve a pasar. Ya no se sabe si Europa es la solución de Grecia o si Grecia es el problema de Europa, porque ya no se sabe qué es lo que Europa quiere o lo que busca Grecia. El día 25 de enero habrá elecciones y Atenas puede ser conquistada por Syriza, disfrazado de Pericles del siglo XXI. Quitas, impagos, rechazo del control del déficit público, la consideración de la deuda como ilegítima, decisiones de matonismo económico y, desde luego, el abandono o la obligación de salir de la eurozona es la oferta de Syriza, es decir, la violación de los pactos con la troika después del rapto de Europa por el que hubo que pagar ya los correspondientes rescates.
Y ahora Europa debe recordar que ha sido raptada, ha pagado rescates y muy probablemente va a ser violada después del 25 de enero. Pero por fin ha llegado el momento de advertir que una actitud como la del partido griego de izquierda Syriza traerá consecuencias muy arriesgadas y peligrosas precisamente para la propia Grecia y no tanto ya para Europa, que ha encontrado mecanismos para salvar el euro y la Unión, aislando la influencia financiera de los países disfrazados de toros mansos.
Pero Europa debe saber además que el problema es la imitación, el contagio, la organización de la política de la locura. Si algo así empieza a pasar en Grecia, los países del Sur de Europa, por la izquierda con Podemos o por la derecha con Le Pen, van a montar una cartel de feria taurina que Bruselas no va a conseguir torear.
Porque sobre la arena del Ecofin y sobre la eurozona ya no habrá mansedumbres de toro enamorado que necesita un disfraz, sino la afilada testuz de un animal político que solo busca una posible salida a su propio miedo.