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Resumen del tiempo que acaba en el plano económico

  • 2015 es un año electoral, lo cual condiciona la economía y la política

Es costumbre por estas fechas realizar un doble ejercicio de recopilación del año que cierra y exposición de perspectivas del entrante, en diversos terrenos: político, deportivo, cultural o artístico, etc. La economía no es menos, de modo que intentaré exponer mi análisis de ambos.

La gran peculiaridad en este caso es que 2015 no es un año cualquiera. Es año electoral y en todos los niveles o ámbitos de la Administración, concerniendo desde las decisiones más directas, cotidianas o comunes hasta las políticas de calado más profundo o categoría más elevada, aunque siempre apelarán o afectarán a nuestros bolsillos, esfuerzos, planes, expectativas o el futuro de los nuestros.

Tal circunstancia condiciona la economía y las decisiones, como ya hemos visto incluso en 2014. Tal sucedió, aunque los acontecimientos hayan ayudado a olvidar, con nuestra decisión mayoritaria en 2004 -y casi diría que antes- de poner al frente del Gobierno a un presidente y un equipo que nos condujeron directamente a la ruina, no sólo económica, que fue agravada por una crisis internacional pero que ya estaba produciéndose desde mediados de 2003, aunque las cifras tardaron en mostrarlo hasta principios de 2007 y, con todo, aquel Gobierno afrontó las elecciones de 2008 negando la realidad.

Otra variante interpreta que la recesión internacional fue previa (pero, ¿cuándo? ¿En 2007 o en 2001?) y que las decisiones de aquel Gobierno español desde 2004 lo que hicieron fue profundizarla y alargarla. Aunque si aceptamos esto, también deben incluirse las decisiones del actual Gobierno desde su primera disposición -ha hecho ahora tres años- de mantener e incluso aumentar los gastos y subirnos los impuestos, luego ampliada en el mismo sentido con inmenso daño para la recuperación que por fin hemos iniciado ya. Eso también ha profundizado y alargado la crisis y, a la hora de hacer balance global, pues al terminarse prácticamente la legislatura el balance real corresponde a las decisiones de todo el período, también debe considerarse.

En el déficit se ha corregido la tendencia; cierto. Pero ha sido no a base de reducciones de gasto sino de más impuestos y deuda, e incluso lo logrado resulta, después de tres años de nuestro esfuerzo, bastante desalentador. Y es que, aunque muchos siguen hablando de recortes, descensos del presupuesto en determinadas partidas o desatención de servicios públicos y, sin duda, llevan razón, ello no es incompatible con que el gasto total de los presupuestos de la Administración, incluidos los autonómicos, hayan seguido aumentando prácticamente en todos estos años de recesión económica, mientras familias y empresas han precisado ajustar y mucho, más si tenemos en cuenta el desempleo y cierre de actividades, sus presupuestos y gastos.

Sigo creyendo, además, que 2,6 millones de empleados públicos de todo calibre son excesivos; que pueden reducirse mucho la cuantía o número de puestos políticos (empezando por asesores y continuando por diputados, consejeros, concejales y otros muchos); que puede reducirse y gestionarse con mucha más eficiencia el Estado, la Administración y sus entidades; y que multitud de actividades, empresas, organismos, entes, observatorios, etc., todos participados en mayor o menor medida por las diversas administraciones públicas, que siguen activos y sin sentido (desde empresas de viajes, asesorías, comunicación y prensa, seguros, transportes, hostelería, alimentación, etc.) podrían desaparecer sin crear problemas de organización, gestión o administración de nuestra economía y sociedad.

Este Gobierno, que sí ha reducido de forma importante nuestros riesgos financieros y de financiación externa, muy especialmente de la deuda pública, no ha resuelto los gravísimos desequilibrios en la Administración Pública, la minoración de gastos, y una auténtica reforma fiscal que incida en la rebaja de impuestos, mayor justicia y mejor trato al contribuyente, con independencia del origen de sus rentas, y más eficiencia del sistema tributario.

La otra reforma hecha, la laboral, se ha quedado corta y todavía encuentra resistencias en quienes, por sus ideas, les debe parecer idóneo nuestro suelo de paro de 2 millones de personas o tasas de actividad del 50% de la población. ¡Ah! Y sí. Sí va a ser, al menos este (tras las elecciones ya veremos), un año de mayor crecimiento (en torno al 2,5%) y creación de empleo, gracias a esta reforma que toda la oposición se quiere cargar.

Fernando Méndez Ibisate, profesor de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).

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