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Cómo invertir en un mundo desglobalizado

  • La globalización da marcha atrás: el mundo está menos conectado que en 2007

El mundo se vuelve plano. Las viejas fronteras nacionales se difunden. La información y los bienes viajan por el planeta a velocidades inimaginables hace una década. La Tierra se transforma a un ritmo acelerado y escupe maneras sin precedentes de ganar dinero. Cualquiera que siga las tendencias de inversión habrá leído muchas cosas así sobre la globalización en los diez últimos años y sobre dónde hay que poner el dinero para aprovechar cada oportunidad.

Además, la tecnología informática se presenta a menudo como la tendencia económica definitoria de esta era. Y, sin embargo, lo curioso es que la globalización ha dado marcha atrás. El índice de conectividad global de DHL indica que el mundo está menos conectado ahora que en 2007. La amplitud de las conexiones se encoge sin parar. Al mismo tiempo, la internalización (lo contrario de la externalización) está cobrando fuerza. En cualquier país que nos fijemos, los partidos políticos que defienden temas locales y no internacionales son los que están triunfando.

Hoy el mundo se nacionaliza

Ahora mismo, el mundo se nacionaliza (y desinternacionaliza). ¿Cómo invertimos entonces? Fijémonos en las empresas de tamaño medio, los fabricantes del mundo desarrollado y evitemos los negocios que han funcionado bien proporcionando la infraestructura de la globalización.

Todavía está por ver si la globalización ha entrado en su declive final pero, por el momento, sin duda parece haberse detenido en seco. El índice de conectividad global de DHL lo recopilan las escuelas de negocios Stern de Nueva York e IESE de Barcelona. Mide factores como el flujo de bienes, personas e inversión, y se centra en indicadores más informales como el número de llamadas de teléfono al extranjero, para determinar lo "globalizado" que está un país. El índice se hundió junto con la economía en 2008 y, aunque se ha recuperado en parte desde entonces, todavía le queda mucho para volver a su máximo pre-crisis y en muchos sentidos parece haberse congelado. "La profundidad del comercio, como dimensión distintiva de la globalización, continúa estancándose y el nivel general de conectividad global es aún bastante limitado", sostiene el informe.

Otro indicador es la vuelta a casa de las fábricas. En el Reino Unido, uno de cada seis fabricantes ha traído al menos parte de su producción a Gran Bretaña según un informe publicado a finales del año pasado. La asesoría PWC calcula que se podrían crear 200.000 empleos más en la próxima década a medida que vuelva el trabajo al Reino Unido. El número creciente de puestos de manufactura en EEUU sugiere que la misma tendencia cobra impulso allí también.

Mientras tanto, en la política son los partidos nacionalistas, recelosos de la globalización, los que están en lo más alto de las encuestas. Del Tea Party en Estados Unidos al Partido de la Independencia del Reino Unido en Gran Bretaña, pasando por el Frente Nacional en Francia o el Movimiento 5 Estrellas en Italia, los partidos que priorizan los intereses locales cosechan grandes ganancias. Tal vez no ganen elecciones pero los gobiernos cada vez les son más condescendientes en su agenda.

Sectores a tener en cuenta

El impulso de los organismos internacionales, como la Unión Europea, se desvanece. Si la globalización ha sido una tendencia en la que se podía invertir, lo lógico es que la desglobalización también lo sea pero ¿cómo lo hacemos? Estos son los tres sectores que hay que tener en cuenta.

El primero son las empresas de tamaño medio. En la globalización, las grandes ganadoras fueron las compañías gigantes, que lanzaban marcas capaces de dominar el mundo y se beneficiaban de trasladar la producción al lugar más barato. Llevaban su sede central de un sitio a otro para aprovecharse de las ventajas fiscales. Gracias a eso, su poder y beneficios subían como la espuma. Las empresas más pequeñas no tenían los recursos para jugar a ese juego y a menudo se quedaban atrás en consecuencia. Sin embargo, en un mundo más localizado, las fortalezas de estas últimas (su cercanía al mercado y mucha mayor flexibilidad) deberían salir al frente. Por ello, los índices intermedios (FTSE-250 en vez del FTSE-100 en el Reino Unido, por ejemplo) empezarán a destacar.

Después, fijémonos en los fabricantes del mundo desarrollado. Las empresas con fábricas en los países ricos fueron las perdedoras de la globalización. Si no lograban desviar toda su producción a China o Indonesia, se veían salvajemente subvaloradas por la nueva competencia, sin contar la presión para subir los sueldos de sus trabajadores. Cuando una tendencia revierte, el sector más golpeado suele protagonizar el mayor repunte. Debemos mirar también a los minoristas y otras empresas que venden productos a los trabajadores manuales en el mundo desarrollado. A medida que la globalización se paraliza, sus salarios empezarán por fin a recuperar parte del terreno que han perdido y esos negocios también irán mejor.

Por último, aléjense de las empresas que surcaron la ola de la globalización. Hubo una serie de empresas que proporcionaron los picos y las palas de una economía más plana y conectada. Se incluían los grandes bancos de inversión, las grandes consultoras, las agencias multinacionales de publicidad, las aerolíneas de larga distancia, las navieras y las empresas de informática y telecomunicaciones que permitieron transportar a las personas y las cosas por el mundo sin cesar. El auge de la globalización fue también el suyo propio y llegaron a ser máquinas de hacer dinero mientras la economía cambiaba de forma.

En un mundo más localizado, serán las grandes perdedoras. Si uno se limita a fabricar cosas para el mercado local y opera en su propio país, no le hace falta un banco con sucursales en Shangai ni una agencia de publicidad que sepa comprar tiempo de transmisión en Dubai. Otra local y más barata servirá. Todas esas empresas y las personas bien pagadas que trabajan en ellas podrían enfrentarse a una época dura.La globalización no se va a parar de repente porque está demasiado arraigada. Seguiremos consumiendo productos de todo el mundo y conectando con personas de cualquier lugar pero parece que la cota máxima se alcanzó en 2007/2008 y, salvo que ocurra algo que lo frene, el mundo se volverá cada vez más local, no menos. La desglobalización podría ser una tendencia tan significativa como la globalización que la precedió y los inversores que se coloquen en la acera correcta deberían ser capaces de recoger beneficios.

Matthew Lynn, director ejecutivo de Strategy Economics.

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