
Ha sido mi teoría durante algún tiempo que el sistema financiero y la distribución del crédito en EEUU vienen centralizándose progresivamente en manos de los federales.
Que se trate del objetivo consciente de quienes implantan estas políticas o no es motivo de debate. Se podría afirmar de manera convincente que la conveniencia a corto plazo ha generado su propia lógica de los acontecimientos, de manera que cada capa sucesiva de regulación financiera y centralización del poder financiero constituye sencillamente el camino de menor resistencia y no parte de la trama maestra de alguien.
Sea como fuere, Karl Marx debe de estar encantado mientras los poderes que componen el universo financiero de los Estados Unidos prosiguen su lenta marcha hacia el cumplimiento del quinto pilar de la plataforma de 10 puntos de Marx para alcanzar progresivamente el socialismo: "Centralización del crédito en las manos del Estado, por medio de un banco nacional de capital público con monopolio exclusivo".
Dos artículos publicados en el Wall Street Journal documentan este proceso en curso. En el artículo titulado 'Gracias a la Reserva por la caída del déficit', el periodista Spencer Jakab nos cuenta que las políticas de flexibilización cuantitativa implantadas por la Reserva Federal habrían ahorrado a las arcas públicas de los Estados Unidos (y en consecuencia al contribuyente estadounidense) hasta 500.000 millones de dólares en intereses del ejercicio fiscal 2014.
Yo soy muy partidario de ahorrar dinero al contribuyente, la pregunta que hemos de hacernos es: ¿A qué precio?
Las técnicas de ingeniería financiera de la Reserva (la rebaja artificial de los tipos) han creado una transferencia masiva de riqueza de los agentes de crédito a los endeudados. Con la reserva poniendo por objetivo una subida de dos enteros del Índice de Precios al Consumo y rebajando progresivamente los tipos de interés a corto plazo hasta su práctica desaparición, es evidente que la política deliberada de la Reserva Federal consiste en garantizar una rentabilidad real negativa a quienes ahorren. Lo que el contribuyente está ahorrando son intereses, está pagando la pérdida de poder adquisitivo de sus cuentas y ahorros.
Los tipos de interés del mercado, y en consecuencia el gasto de interés anual en los presupuestos federales, serían sin duda más elevados que hoy. Esto habría dado lugar a una crisis fiscal que podría haber obligado al Tío Sam a meter en cintura el gasto público. En lugar de eso, los técnicos financieros de la Reserva han abaratado el gasto de dinero público por parte del Estado. Es decir, se controla una parte mayor del PIB de lo que habrían podido hacer de otra forma.
Como sabemos gracias a la célebre "falacia del escaparate roto" de Frederic Bastiat, no podemos conocer con exactitud los productos, los servicios, los empleos y la riqueza que nunca se crearon porque los escasos recursos se desviaron al Estado, pero desde luego podemos saber a priori que se han producido pérdidas económicas. Solamente el libre mercado proporciona esa información.
El otro artículo relevante del Wall Street Journal es 'El último giro de la quimera de la regulación', de Peter J. Wallison. Una vez más, la ley Dodd-Frank de regulación financiera de 2010 aparece como principal herramienta de la Reserva a la hora de centralizar el crédito en manos del Estado.
En un libre mercado, los tipos de interés artificialmente bajos de ahora habrían generado un enorme endeudamiento y creado una actividad económica vigorosa. En el actual mercado fuertemente regulado, eso no está pasando. El endeudamiento se censura a través de varias herramientas regulatorias. El artículo de Wallison da una pista de lo que nos espera. El Consejo de Supervisión de la Estabilidad Financiera creado a instancias de la ley Dodd-Frank ha calificado a MetLife -que es una aseguradora, no un banco- "institución financiera de interés orgánico", y por tanto entidad sujeta al mismo control federal regulador que los bancos.
Una instancia federal del ramo, la Junta de Estabilidad Económica, está tratando de imponer un control regulador sobre lo que denomina instituciones bancarias en la sombra:mutuas, fondos de riesgo y gestores de patrimonio. Esto da miedo. Si el Estado se hace con el control de las operaciones de los bancos, las aseguradoras y cada uno de los diversos tipos de empresas de gestión del dinero, se hace con el control práctico de la distribución y el acceso al crédito y el capital en nuestra economía. Los expertos financieros pasan a ser burócratas federales que gestionan la distribución del crédito en América. Si los federales se salen con la suya, dentro de poco tendrán el control de todo el capital dentro del país, a excepción de lo que guarde bajo el colchón.
No, todavía no hemos llegado ahí, pero es ahí a donde nos llevan. Y a nadie parece importarle.
Mark W. Hendrickson, Profesor adjunto de Económicas del Grove City College y editor de The St. Croix Review.