
La reunión de hoy entre los presidentes de Rusia, Vladímir Putin, y de Ucrania, Petró Poroshenko acapara la atención. Se prevé la participación de líderes europeos. El encuentro para abordar la crisis ucraniana tiene lugar en el marco de la cumbre del foro Asia-Europa en Milán.
Es la tercera vez que coinciden los dos gobernantes tras las de Normandía (Francia) y Bielorrusia. En Minsk se acordó reactivar el grupo de contacto para acabar con el conflicto. Este grupo incluye, además de Ucrania y Rusia, la UE y a representantes de las milicias prorrusas.
Kiev ha estado denunciando la presencia de militares rusos en el este de Ucrania, algo continuamente negado desde Moscú. En una reciente diálogo telefónico, ambos mandatarios acordaron abordar en Milán las medidas para el arreglo pacífico del conflicto. Se suponía que el acuerdo instauraba un alto el fuego permanente en la región del Donbass (donde se encuentran las provincias de Donetsk y Lugansk).
En vísperas de la reunión los combates se han recrudecido en el este, que volvió a ser escenario de escaramuzas y emboscadas entre fuerzas gubernamentales y milicias prorrusas.
Según el portavoz de Putin, aunque ambos dirigentes trataron los pasos para favorecer un alto el fuego entre las milicias y las fuerzas ucranianas, en realidad "Rusia no puede acordar el alto el fuego porque no es parte en el conflicto".
Si bien en teoría debería procederse a la retirada de 17.600 soldados rusos, no es de esperar que Putin cumpla sus promesas en ese sentido. Como han mostrado las imágenes por satélite no lo ha hecho en los últimos meses. ¿Por qué iba a hacerlo ahora?
La UE ha celebrado (prematuramente) la decisión de Rusia de retirar sus fuerzas, equipos y armas del mismo territorio ucraniano así como replegar a los militares de la frontera. Lo peor es que ha dejado de ser determinante que las tropas rusas estén en la frontera ucraniana o no. El panorama de destrucción indica claramente que el primer asalto de la lucha por Donbass ya lo han decidido.
Existen también muchas razones para criticar la equivocada estrategia ucraniana de combatir con batallones de voluntarios así como su táctica de emplear artillería en barrios donde residen civiles. De todas formas, los ucranianos estaban a punto de recuperar territorio y rechazar a los combatientes de la república de Donetsk. A finales de agosto llegó la ayuda rusa. Aunque Moscú lo niega, la población local admite que esas "tropas de paz" intervinieron a favor de los separatistas. A partir de ese momento Poroshenko tuvo que reconocer que podía ganar su dudosa guerra contra unos cuantos rebeldes pero era de imposible hacerlo contra una potencia.
Poroshenko espera mantener "importantes negociaciones" sobre las garantías para el proceso de paz, la puesta en marcha de un proceso político y la distensión en el este de Ucrania. En suma, la implementación del Memorándum de Minsk, que contempla la tregua y la creación de una zona de seguridad de 30 kilómetros entre ambos bandos. Sabe que no será fácil.
Complica el problema la disputa por el suministro de gas. Ucrania se enfrenta a una posible escasez de energía este próximo invierno si no alcanza un acuerdo. El productor ruso de gas natural Gazprom cortó el suministro a Ucrania en junio después de que Kiev no pagase las deudas de gas, que según Rusia han excedido los 5.000 millones de dólares. Rusia ha propuesto a Ucrania un plazo más flexible para saldar la deuda por gas. De no llegarse a una solución se podrían causar asimismo interrupciones en el suministro de gas a Europa, como sucedió en 2006 y 2009. El consumo mayoritario de la UE proviene de Gazprom (el 39 por cien del gas y el 33 por cien del petróleo), más de la mitad se bombea a través de Ucrania. La próxima ronda de conversaciones trilaterales sobre el tema del gas entre Rusia, Ucrania y la Unión Europea está prevista para el 21 de octubre.
Agrava la cuestión de la seguridad energética la ausencia de una política común. Ucrania ha demostrado a la UE que el futuro pasa por diversificar fuentes. Las esperanzas hasta ahora puestas en el llamado corredor sur, destinado a importar gas desde Azerbaiyán y Turkmenistán, no se cumplen al ser países bajo la influencia rusa. La visita de Merkel a España en agosto pasado sirvió para dar el espaldarazo oficial a la apuesta ibérica.
Las expectativas son altas. La reunión de hoy es crucial ante todo para poner fin a una violencia que ya ha costado más de tres mil vidas. Y para desarrollar estrategias europeas comunes.
Marcos Suárez Sipmann, analista de relaciones internacionales.