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Cordialidad sin verdadero acuerdo

  • Pese a su firmeza, Valls y Merkel están dispuestos a hacer concesiones

En su primera reunión, el jefe de Gobierno francés Manuel Valls y la canciller alemana Angela Merkel han dejado claro que no cederán en la parte central de sus pretensiones.

París sabe que su déficit presupuestario rebasará con creces en 2015 y 2016 los límites marcados por la Unión Europea. En noviembre los técnicos de la Comisión Europea emitirán su juicio sobre las cuentas públicas de los miembros. Sus recomendaciones serán más o menos vinculantes en función del cumplimiento de los objetivos. Bruselas prevé un crecimiento menor en Francia que en el resto de grandes países de la eurozona. Será además el único que empeorará las cifras de déficit.

Pese a la firmeza, ambos líderes se han mostrado dispuestos a hacer algunas concesiones.

Merkel, "impresionada por el exigente y ambicioso" paquete de reformas, dio a entender que hay que dar margen para que el programa surta sus efectos. Pero reiteró su apuesta por el Pacto de Estabilidad europeo ante sus propuestas de mayor flexibilidad e inversiones. Evitó en todo momento hacer referencia a que la segunda economía de la eurozona puede verse castigada por incumplir compromisos adquiridos ante Bruselas. Se limitó a comentar que el pacto es ahora más flexible remitiendo a la Comisión la responsabilidad de verificar la situación. Es decir, exige el cumplimiento galo. Tal y como hizo con los países del sur europeo.

Complicado ceder flexibilidad

Para la canciller, es complicado ceder a las peticiones de flexibilidad de París sin agraviar a otros esforzados socios europeos. Y no puede tampoco permitirse ofrecer más combustible a los euroescépticos de Alternativa por Alemania, que ya se sientan en parlamentos regionales. Desde el partido cristianodemócrata de la canciller se critica que Francia pretenda definir su papel de líder exclusivamente a través de la política exterior y de seguridad. Se reclama que el Gobierno francés también implemente una política económica y financiera sólida.

Valls asegura que no tiene intención de reclamar indulgencia a sus socios. Más que el ahorro, París apuesta por programas para relanzar la débil coyuntura y el crecimiento. Para aplacar la desconfianza alemana ante la creciente crisis de la economía vecina, el primer ministro ha viajado a Berlín para subrayar su compromiso con las reformas y "decir a los alemanes que comprende sus dudas".

Valls se entrevistó asimismo con el vicecanciller Sigmar Gabriel, presidente de los socialdemócratas alemanes. El poder del número dos del gobierno al frente del superministerio de Economía y Energía va en constante aumento. En junio, echó un capote a los países con más problemas para salir de la crisis al pedir a Bruselas no tener en cuenta ciertos gastos a la hora de medir su déficit. No obstante, conviene recordar que Gabriel optará por no chocar con Merkel preservando la paz en el seno de la gran coalición donde reside su creciente influencia.

Riesgo de otra recesión

Los ministros del G-20 han advertido del riesgo de una tercera recesión en la zona euro. Para evitarla, Francia y Alemania, que mantienen una buena relación y trabajan bien juntos por encima de colores políticos de sus gobiernos, deben mejorar su sintonía.

Los mandatarios son conscientes de la necesidad de recomponer ese buen entendimiento, todavía erosionado por las diferencias que separan a París y Berlín en los objetivos de consolidación fiscal y en la velocidad de las reformas.

Ha habido un deterioro (si bien no reconocido) de las relaciones desde la ausencia de Nicolas Sarkozy. Por ello, y al margen de la economía, el anuncio del regreso a la política del expresidente estuvo presente en la rueda de prensa. Merkel eludiendo pronunciarse, sí reconoció que saludaba el anuncio como positivo para la familia cristianodemócrata.

Oposición en casa

La oposición de Valls en casa (cada vez mayor) tomará buena nota de todo. Especialmente el Frente Nacional de Marine Le Pen. La actual presidenta del FN ganaría hoy a cualquier candidato que se le opusiera en la primera vuelta, aunque perdería en la segunda, tanto frente a Sarkozy como contra el otro líder del centro-derecha y ex primer ministro, Alain Juppé.

Manuel Valls es un admirador de Gerhard Schröder, el canciller socialdemócrata que allanó el camino a la pujanza germana con duras reformas sociales que acabaron por apartarlo del poder. Si lo que quería era presentarse a los alemanes como una suerte de Schröder, no lo ha conseguido. Sin embargo, esta visita -más que la de un François Hollande en horas bajas- puede significar el inicio de un acercamiento vital para el futuro y bienestar europeos.

Marcos Suárez Sipmann, analista de relaciones internacionales

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