
La libra está en caída libre. Los bancos se preparan para una fuga a medianoche por la frontera. Los agentes de la City de Londres se mentalizan para recibir una avalancha de dinero, mientras Edimburgo se adelanta a las barricadas. El jueves, Escocia votará la independencia y las encuestas sugieren que el resultado está pendiente de un hilo. Si hacemos caso a muchos comentaristas, este fin de semana el Reino Unido se habrá sumido en el caos político y económico.
Pero, en realidad, en su mayoría es absurdo. La libra apenas ha caído, sino que es el dólar el que ha subido. Muy pocas grandes empresas se van a reubicar porque la mayor parte de la economía británica ya está centralizada en Londres. Después de una interrupción nimia, las operaciones seguirán como antes. Lo cierto es que Escocia es un país muy pequeño que no cuenta mucho y el resto del Reino Unido estaría mejor sin él. La salida de Escocia (Scoxit) será un gran acontecimiento político que pondrá fin a 300 años de una de las uniones de más éxito de la historia. Cambiará el destino no sólo de Escocia, sino también de Gales y de Irlanda del Norte. Económicamente y para los mercados, será un hecho intranscendente.
El resultado de los votos es incierto. Las encuestas dan una ligera ventaja al bando pro-unión del 'no', pero nunca ha habido una votación así y los encuestadores no han tenido la oportunidad de poner a prueba su metodología. Es posible que la gente diga en público que votará por la independencia, pero haga lo contrario en la privacidad de las urnas. O al revés. Las encuestas podrían pasarse diez puntos porcentuales en cualquier sentido. Lo que sí está claro es que habrá una votación muy importante, tal vez decisiva, por la independencia.
Los mercados se dieron finalmente cuenta hace una semana y la libra empezó a liquidarse. De casi 1,70 dólares a principio de mes, bajó hasta 1,61. Algunos bancos, como Lloyds y Royal Bank of Scotland, han dicho que trasladarán sus sedes al sur de la frontera en caso de que gane la independencia. Los agentes empezaron a hacer valoraciones nefastas de las consecuencias de la ruptura. Un informe del Deutsche Bank lo comparaba con la decisión de retomar el patrón oro en los años veinte y aseguró que podría reactivar la gran depresión, al menos al norte de la frontera.
No va a cambiar casi nada
En realidad, no tiene por qué ser así. La independencia no va a cambiar prácticamente nada, por las siguientes razones. No hay muchas señales de que la libra esté bajo presión real. Es cierto que cayó cuando las encuestas indicaron la posibilidad real de independencia, pero el euro bajó contra el dólar a la vez y es difícil sostener que tenga algo que ver con el referendo escocés. Más bien, la moneda americana se ha fortalecido (en vez de debilitarse la británica). Los agentes buscaban una excusa para vender libras y el referendo se la dio.
A los mercados no les gusta la incertidumbre, aunque enseguida se hará patente que el resto del Reino Unido (Inglaterra, Gales e Irlanda del Norte) estará bastante mejor sin su vecino del norte. Escocia tiene un gasto público per cápita mayor que el resto del Reino Unido y su población envejece más rápido también. Ahora mismo, lo paga con ingresos fiscales de la industria petrolera del Mar del Norte, pero las reservas menguan y dado el descenso del precio del petróleo, es una industria que ha perdido valor. Escocia está a punto de convertirse en un desagüe para el resto del país (financieramente, no hay mejor momento para que se vaya).
El sector de los servicios financieros de Londres recibiría un gran empujón de los bancos y gestoras de fondos de Edimburgo, que inevitablemente trasladarían sus centrales y a casi todo su personal a la ciudad en caso de independencia. Gales e Irlanda del Norte también notarían el impulso. A Gales, por ejemplo, le va bastante mal en el gasto público pese a su pobreza relativa, porque el gasto allí está vinculado a Escocia. Sin esa rivalidad, recibiría más dinero redistribuido de las zonas más ricas del Reino Unido a las más pobres. Lo mismo ocurriría con Irlanda del Norte. Por el contrario, ninguna empresa británica se trasladaría a Escocia.
Escocia se empobrecerá
Escocia se empobrecerá, sin duda, al menos a corto plazo, aunque sobre todo porque la ha dirigido un gobierno nacionalista, adicto al gasto por todo lo alto y a la regulación estatal. A medio plazo y con distintas políticas, podría ser más próspera. Europa tiene muchas pequeñas naciones más ricas que el Reino Unido (Suiza, Noruega o Irlanda, por ejemplo). Escocia podría ser una de ellas. Si no lo consigue y se empobrece, al resto del mundo no le importa mucho.
De hecho, tras los desacuerdos iniciales, el comercio volvería a la normalidad. Irlanda se escindió en 1922 y a día de hoy el Reino Unido es uno de sus principales socios comerciales y viceversa. Irlanda vende 15.000 millones de euros en bienes al Reino Unido al año e importa 16.000 millones (lo lógico de dos economías tan próximas).
Muy pronto, Escocia podría estar en la misma posición. Sea cual sea el resultado con el que el Reino Unido se despierte el viernes, los mercados reaccionarán. Si gana el 'sí', esperen que la libra y el FTSE-100 se hundan ante la incertidumbre. Si gana el 'no', subirán ante su desaparición. En realidad, no habrá mucha diferencia de un modo u otro (salvo que el resto del Reino Unido podría salir un poco mejor parado de ser más pequeño).
Matthew Lynn, director ejecutivo de Strategy Economics