
El referéndum separatista de hoy podría romper la familia británica de naciones. El resultado se prevé ajustado. No obstante, la impresión es que lo anhelado por la mayoría de escoceses es un mayor grado de autogobierno. La consulta no es un fin en sí mismo, sino un medio.
El primer ministro David Cameron prometió en Aberdeen, capital petrolera de Escocia, mayores poderes para el Parlamento autónomo si gana el 'no'. Es más, el Gobierno conservador y la oposición laborista han ofrecido a Edimburgo un plan para ampliar su autonomía en 2015. A un sistema educacional y legal propio ya existente se añade la cesión de competencias en materia fiscal y prestaciones sociales. Algo muy parecido a un auténtico sistema federal. Estos compromisos se plasmarían en una ley antes de enero. El artífice del plan es el expremier Gordon Brown, quien como escocés y laborista - los conservadores no son bien recibidos en Escocia - tiene gran legitimidad y opción de éxito. Las encuestas daban hasta hace poco un resultado favorable al 'no', es decir, a mantener la unión. Bastó que un sondeo diera dos puntos más al 'sí' para que las alarmas se encendieran.
El nerviosismo en la opinión pública inglesa provocó algo que pocas veces se da en política: la coincidencia de los principales partidos. La unidad de conservadores, laboristas y socialdemócratas, a su vez, llevó a obtener mayores concesiones. Y es precisamente esto - más que independencia - de lo que se trata.
Excesivo optimismo
Los independentistas son excesivamente optimistas. Calculan ingentes ingresos por impuestos al petróleo. Creen que dispondrán mejor solos de una renta per cápita que calculan altísima. A los electores a partir de 16 años de edad, que participan en la consulta, les prometen trabajo para que los jóvenes no emigren. Sin embargo, su sueño de construir "un país más próspero y justo" no será tan fácil. Parecen olvidar el coste de crear, y mantener, todas las instituciones necesarias para que un Estado funcione, que actualmente corren por cuenta de Londres.
La secesión sería algo irreversible. Significaría renunciar al actual sistema de pensiones, el Ejército y el pasaporte británico. Tampoco podrá conservar la libra esterlina como quiere el ministro principal de Escocia, Alex Salmond.
La cuestión de la moneda es, probablemente, la más compleja. Londres mantiene que en ningún caso aceptaría una unión monetaria. El Banco de Inglaterra señala, además, que sería imposible sin tener una política común e iguales criterios regulatorios y fiscales. Escocia se negaría a ceder su recién recuperada soberanía. Y según el gobernador del banco inglés, si Escocia esterliniza unilateralmente, necesitaría unas reservas de más de 20.000 millones de libras para mantener la estabilidad financiera, al no contar con esa entidad como prestamista de último recurso. Y mientras no ingrese en la UE y cumpla los criterios exigidos, tampoco podría utilizar el euro.
Grupos financieros
Importantes grupos financieros, como Royal Bank of Scotland o Lloyds Banking Group, han advertido que mudarían sus oficinas centrales a Inglaterra en caso de una victoria del independentismo. Una eventual escisión plantea muchas más cuestiones. ¿Qué pasará con los controles fronterizos? ¿cómo se dividiría la deuda? ¿y las reservas petroleras (un 84% de las cuales se encuentra en aguas escocesas?
Las FFAA y el servicio diplomático ya sufren recortes presupuestarios. Se reducirían todavía más perdiendo su papel destacado en la UE y la OTAN, donde el nuevo Estado no se incorporaría ni mucho menos automáticamente. En el caso de Europa hay otra dificultad añadida: sin Escocia, aumentan las probabilidades de que en un referéndum sobre la permanencia de Londres en la UE gane la opción del retiro. Los escoceses compensan el euroescepticismo inglés y no hay que olvidar que en las últimas elecciones europeas, el Partido de la Independencia del Reino Unido obtuvo más votos que el Conservador y el Laborista.
Bruselas ha dejado claro que no aceptará sin más como miembro a una Escocia independiente. En todo caso, habría que negociar las condiciones con cada uno de los 28 Estados miembros, que tendrían que ratificar por unanimidad el tratado de adhesión. Un largo proceso durante el cual sería prácticamente imposible garantizar a empresas y ciudadanos las ventajas de la pertenencia a la Unión.
Todo esto pesará en el ánimo de los 4,2 millones de escoceses residentes llamados a votar. Una decisión por la emancipación constituiría una sorpresa mayúscula.
Marcos Suárez Sipmann, analista de relaciones internacionales