
Son numerosos los logros conseguidos en los últimos 25 años que nos permiten disfrutar, a día de hoy, de un sistema energético robusto y eficiente, que han permitido mejorar y ampliar las infraestructuras, introducir nuevas tecnologías hasta conseguir un mix diversificado y, en general, ir cumpliendo de forma satisfactoria con los objetivos y superando los retos que la sociedad nos ha ido planteando para ofrecer el mejor servicio posible al consumidor.
A pesar del notable salto dado en el último cuarto de siglo, nos queda pendiente superar importantes retos de cara a conseguir un modelo energético que sea competitivo, seguro, sostenible medioambientalmente y socialmente aceptable. Desafíos que para nuestro país son especialmente difíciles de abordar, teniendo en cuenta algunas de nuestras peculiaridades, como la elevada dependencia energética del exterior o la escasez de interconexiones con el resto de Europa.
A esto se une la actual situación que atraviesa el sector debido, principalmente, a la crisis económica y el consecuente descenso de la demanda, pero también a aspectos más directamente relacionados con política energética y regulación. Me refiero, por ejemplo, al desequilibro económico del sistema eléctrico provocado por el déficit de tarifa y que ha llevado a que el Gobierno ponga en marcha toda una serie de medidas cuyo objetivo principal es ponerle fin; o a la presión competitiva a la que está sometida la industria del refino como consecuencia de requerimiento de carácter regulatorio, más exigente en Europa que en otros países; o por los importantes cambios que están teniendo lugar en el ámbito de la oferta y demanda energética mundial; o la infrautilización de las infraestructuras gasistas, especialmente los ciclos combinados.
Nos encontramos en un momento de gran incertidumbre, que está afectando a los modelos económicos establecidos para los sistemas eléctricos, gasistas y petroleros. Un momento crucial para el sector en el que hay una serie de puntos clave que, bajo mi punto de vista, es necesario tener en cuenta e implementar para superar los retos a los que nos enfrentamos.
En primer lugar, y desde el plano europeo, es necesario establecer una política energética para que se pueda conjugar de forma eficaz el eje de la sostenibilidad con el eje de la competitividad. La política energética europea -centrada en los tres pilares de seguridad de suministro, sostenibilidad medioambiental y competitividad económica- ha permitido avances importantes en cuanto a la sostenibilidad medioambiental pero no ha puesto el mismo énfasis en el objetivo de la competitividad y el desarrollo industrial.
La propuesta de la CE del pasado 22 de enero, en la que se presentaron los objetivos en materia energética y climática a 2030, contiene algunos elementos positivos en este sentido.
En segundo lugar, se requiere un empeño político y económico claro, a nivel europeo y de países, para lograr la consecución del Mercado Interior de la Energía, y la integración completa de nuestro país en el mismo. Para ello, debemos seguir avanzando en el refuerzo de las interconexiones con Europa a través de Francia. Éste es un elemento imprescindible para, en el caso concreto del sector eléctrico, lograr una mayor integración de las renovables en el sistema, así como para aliviar los problemas derivados del exceso de potencia. Para el caso del gas natural, el aumento de las infraestructuras de interconexión supondría importantes beneficios en materia de seguridad de suministro para Europa en su conjunto, mediante el incremento y diversificación de las vías de entrada de abastecimiento de esta fuente energética frente a posibles disrupciones.
En tercer lugar, es clave que España desarrolle una estrategia energética propia que no excluya ninguna tecnología, y que incluya objetivos concretos a medio y largo plazo, y pautas claras sobre el camino que queremos seguir para alcanzarlos, teniendo en cuenta, además, que dichos objetivos deben ser compatibles con la creación y el fortalecimiento del Mercado Interior. Además, la definición de esta estrategia energética para nuestro país permitiría establecer las bases hacia una estabilidad regulatoria imprescindible y daría las señales adecuadas para las inversiones futuras que llegarán en los próximos años.
En cuarto lugar, es fundamental que se sigan dando pasos en el camino hacia una mayor liberalización de los mercados, huir del intervencionismo y potenciar y mejorar la participación del consumidor en el sector eléctrico, no sólo en cuanto a la selección de suministrador, sino también en cuanto a su involucración activa en el funcionamiento del sistema a través principalmente de las tecnologías smart, así como en lo relativo a la protección al consumidor vulnerable.
En quinto lugar, hay una serie de temas muy relevantes que también deben de tenerse en cuenta porque serán la base del modelo energético futuro, algunos de los cuales tienen un claro componente de desarrollo tecnológico, aspecto clave para nuestra competitividad en los años venideros. Me refiero, entre otros, al desarrollo de las redes de distribución eléctrica y en sus componentes relacionados con las TIC; una política adecuada de apoyo en materia de I+D+i que tenga a la energía como un elemento importante; y la implementación del ahorro y la eficiencia energética a lo largo de toda la cadena de valor, especialmente en el uso final de la energía.
Desde el Club Español de la Energía compartimos la necesidad de desarrollo de estos puntos clave analizados y seguiremos incentivando los debates sosegados y profundos en los que se tengan en cuenta todas las fuentes energéticas y participen todos los agentes que conforman nuestro sector, incluyendo al propio consumidor, con vistas a informar y aportar posibles soluciones a los retos actuales y futuros.
Pedro Miró, presidente del Club Español de la Energía y vicepresidente de Cepsa.