
En las elecciones presidenciales del pasado día 9 en Indonesia 188 millones de votantes estaban llamados a las urnas. La participación fue alta: el 70,6%. El recuento en un territorio tan fragmentado -con urnas distribuidas por más de 13.000 islas- no resultó sencillo. Si bien ambos candidatos -Joko Widodo (conocido como Jokowi) y Prabowo Subianto- proclamaron victoria basados en los resultados extraoficiales, Widodo ha sido el ganador. Jokowi, exgobernador de la capital Yakarta, se presentó como un hombre del pueblo y a su rival Subianto, un exgeneral y yerno del dictador Suharto, como un bastión de la clase dirigente.
En un país donde se llega al poder mediante fortunas personales o lazos con el ejército, Jokowi se ha convertido en un fenómeno de masas. Considerado el Obama indonesio, es un político hecho a sí mismo al no contar con el apoyo de ninguna familia destacada. La tarjeta de visita de Jokowi, 53 años e hijo de una familia humilde, ha sido su exitosa gestión como gobernador de Yakarta.
Se encontró con una ciudad sin servicio público de recogida de basuras, sin aceras en el 80% de sus calles, con escasos parques y altos niveles de contaminación y crónicos atascos. Con 28 millones de habitantes, la segunda metrópolis del mundo no contaba con un sistema de metro. Jokowi consiguió aprobar la construcción de un sistema de metro, realojar familias pobres, crear espacios verdes, arreglar aceras, negociar con vendedores ambulantes su traslado a un lugar fijo o comenzar a implementar un plan de contención para las inundaciones anuales.
Sus programas de distribución de tarjetas sanitarias y becas, y el aumento del sueldo mínimo han sido exitosos. Con improvisadas visitas a las comunidades pobres supervisa los programas de apoyo del gobierno. Populismo, según sus rivales. Eficacia, en palabras de sus seguidores. Según el presidente saliente Susilo Bambang Yudhoyono, los comicios fueron pacíficos y democráticos. Yudhyono contaba con una popularidad del 75% cuando fue reelegido pero malgastó ese capital durante su segundo mandato. El relevo político es urgente.
Con el doble mandato de Yudhoyono se logró mantener la confianza de los inversores, el crecimiento económico y una eficaz lucha contra el terrorismo además de enfrentarse a catástrofes como el terremoto y el tsunami de 2004. Mas en el lado negativo hay que constatar el aumento de los conflictos religiosos y la discriminación de minorías como la cristiana y la chií. En el primer país musulmán del planeta el islam suní es la religión mayoritaria. También han aumentado los daños al medio ambiente y la deforestación. El 76% de las talas de árboles son ilegales con lo que Indonesia ha adelantado a Brasil como el mayor deforestador del mundo.
Los retos del nuevo presidente
Su partido de centro-izquierda, el PDI-P (Partido Democrático de Indonesia - Lucha), históricamente ligado a Sukarno, le distancia de la figura del corrupto dictador Suharto. La corrupción y el nepotismo son precisamente los mayores males del Estado y responsables de la gran brecha entre entre ricos y pobres, una de las más alarmantes en el sureste asiático. Para reducirla Jokowi quiere introducir mejoras en educación, sanidad pública y salarios mínimos dignos.
Se impone la diversificación de la décima economía mundial. Las exportaciones de materias primas, motor del crecimiento hasta el momento, perderán importancia si la demanda china sigue decreciendo. Igualmente hay que completar el proceso de urbanización, gran estímulo de crecimiento. Aunque Yakarta contribuye hasta un cuarto de todo el PIB, a su lado han aparecido una serie de ciudades de tamaño medio, como Bandung y Medan, creciendo más rápidamente que la capital. En 2030 más del 70% de la población vivirá en áreas urbanas. El conjunto de ciudades de entre dos y cinco millones de habitantes representará entonces más de un cuarto del PIB. La política exterior en una región cada vez más inestable es el tercer gran desafío.
La tensión con China aumenta a medida que Pekín refuerza sus reivindicaciones territoriales en el Mar de la China Meridional. Yakarta, sede de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático, insiste cada vez más en formar un frente común contra la presión china.
Y la tarea más importante de Jokowi, quien tomará posesión de su cargo en septiembre, será consolidar la transición política de Indonesia. Un país que por demografía es la tercera democracia del mundo.
Marcos Suárez Sipmann, analista de relaciones internacionales. @mssipmann