
Uno de los debates más importantes en las últimas elecciones presidenciales en Francia y en Italia fue sin duda alguna la toma de conciencia de los diferentes partidos políticos de frenar la sangría que generaba el cierre diario de empresas industriales en sus países respectivos, caracterizados por tener unos de los tejidos industriales más relevantes a nivel mundial, motores de sus crecimientos y proveedores en gran medida de los empleos necesarios para el sostenimiento de sus modelos económicos y fiscales y en consecuencia pilares de sus respectivos modelos de democracia y estados de bienestar social.
En plena coherencia también en Italia Matteo Renzi dio mucha mas importancia en este sentido al Ministerio del Desarrollo (Industrial) y Hollande creó especialmente un Ministerio de enderezamiento (sic), del sector productivo poniendo a su frente al ecologista e indignado Arnaud Montebourg, que desde la izquierda mantenía su apoyo a la conservadora empresarial Medef, declarándose activamente antiglobalizacion y profundamente neoproteccionista como consecuencia de la total indefensión comercial de la UE, frente a terceros países depredadores, ante la pasividad de la Comisión Europea y de esa inútil y costosa institución llamada OMC.
Si esta es la respuesta de países de nuestro entorno en la UE, con niveles de paro que no alcanzan ni siquiera la mitad del nuestro, no se entiende que nuestro Gobierno y los demás denominados agentes asociales que le acompañan, que debían tener el nivel de desempleo y por añadidura la recuperación empresarial como máxima preocupación (así nos lo confirma el CIS mes tras mes como primera preocupación de los españoles), tanto por ser la mayor tragedia humana, social y económica, que nos ha acaecido durante los últimos 70 años, como por su repercusión sobre el modelo social que tantos años ha costado implantar, no se fuerzan medidas de emergencia, léase un nuevo Pacto de la Moncloa.
Medidas urgentes para reconducir el sistema productivo español, les guste más o menos a la OMC, al BCE o a la patronal alemana, que sin lugar a dudas prefiere la mano de obra española low cost en sus empresas, a que la misma esté empleada dignamente en empresas españolas en su competencia, o incluso al mismo sursum cordam por no decir Sra. Merkel.
Reconstruir aceleradamente nuestro tejido industrial que se ha reducido más del 35% en los últimos seis años, reduciendo su peso en el PIB en más de un 20%, y crear empleo digno utilizando los escasos recursos disponibles, es difícil después de haber saneado con cargo al erario publico el manirroto y despilfarrador sistema financiero. No obstante, debe ser el primer objetivo de las políticas del Gobierno y de la oposición no solo a través de sus competencias nacionales, sino también y primordialmente por medio de una presión conjunta con los demás países con síntomas similares en la UE - que ya comienzan a sentir día a día cómo se deshilachan sus estructuras productivas- su solidaridad ante un paro creciente que con las continuas restricciones financieras del BCE están cuestionando el Estado de Bienestar, pilar y eje fundamental de la UE.
La nueva Comisión Europea que representa la mayor bloque económico Mundial debería ser presionada desde todos los estamentos para tener un solo pensamiento en mente y reducir aceleradamente y urgentemente la cifra de los mas de 20 millones de parados que soporta actualmente la UE (de los cuales 4,5 son españoles) mediante la puesta en marcha de dos actuaciones prioritarias. La primera pasa por fortalecer el Mercado Único, tomando medidas de urgencia para favorecer el consumo interior y controlar y penalizar sin pudor el comercio con empresas depredadoras soportadas por países con escaso o nulo respeto por las mínimas normas y reglas comerciales o financieras, ante la anuencia o la pasividad de nuestros gobernantes en las Instituciones nacionales y Comunitarias. El segundo paso es poner en pie un nuevo Plan Marshall para la reindustrialización de los países o regiones mas afectadas por la crisis, dotándolo de los recursos financieros suficientes a través de los fondos propios o gestionados del BEI (si los sueldos de sus vicepresidentes así lo permiten), para aumentar la competitividad mediante la creación, remodelación y modernización del tejido empresarial de los países afectados.
Desgraciadamente la experiencia me hace temer que los gobernantes de nuestras instituciones nacionales y comunitarias estén a corto plazo más preocupados por el pasteleo y electoralmente por conseguir los recursos necesarios para hacer frente a las obligadas prestaciones de nuestros parados, aumentando así el pozo fiscal, que por enderezar competitivamente y recuperar equilibradamente la tradicional capacidad empresarial industrial de una parte importante de los países que conforman esta nuestra UE.
Felipe Carballo Ríos, Doctor en Ciencias Económicas.