
Ahora que ya se puede certificar que la crisis toca a su fin, debemos acordarnos de sus efectos en la sociedad y de la torpeza con que el Gobierno ha encarado la mayoría de ellos, por no hablar de todo lo que no ha hecho para evitar los más perniciosos sobre las personas.
Sí, esas personas que no son bancos o cajas de ahorros, que no son dueños de grandes inmobiliarias o constructoras, que ni son políticos ni funcionarios y que, durante largos años, han contribuido a crear riqueza y pagar impuestos y que ahora ni pueden hacer una cosa ni la otra porque han perdido su empresa o su trabajo y simplemente andan malviviendo por las cunetas del sistema y por el sumidero de desgracias en que se ha convertido parte de la economía sumergida, fuente inagotable de buscarse la vida al margen de un Estado que no ha previsto o ha previsto de forma harto deficiente cómo encauzar la vida de los perdedores.
La pescadilla que se muerde la cola
Una persona con deudas no puede ni abrirse una cuenta corriente, ni tener una tarjeta de débito, algo imprescindible hoy en día, ni evitar que si tiene la suerte de tener la cuenta abierta le embarguen lo poco que pueda ingresar para pagar la luz o el agua, incumpliendo los mínimos que a esos efectos marca la Ley de Enjuiciamiento Civil.
El otro día me contaban en un banco cómo han tenido que forzar el sistema para abrir una cuenta a una persona que cobraba un subsidio de cuatrocientos euros, su única renta, porque ningún banco le abría una y el Estado no se lo abonaba en efectivo. Es decir, que si no es porque alguien se apiada del él, el Estado no lo hace, porque le proporciona el subsidio pero le exige tener una cuenta y con la situación que tiene para obtener el subsidio es imposible que nadie se la abra.
La piedad del Estado se publica en el BOE y se confecciona por personas que piensan que jamás se verán en las situaciones que legislan. Pasan por alto mil detalles y le exigen a los ciudadanos lo que a sí mismos no hacen, enrolados en la vida muelle del sueldo vitalicio, porque un altísimo porcentaje de los políticos son funcionarios de carrera, esos que han tenido tiempo de intrigar en política porque su trabajo en la Administración les proporcionaba un sueldo digno y mucho tiempo libre. Y creen que el mérito de ganar una oposición es tanto que ignoran que quienes no la ganaron deben ganarla cada día y no tendrán, seguramente, la fortuna de decir eso que dijo un expresidente del gobierno: "Con poco más de veinte años ya tenía mi vida resuelta". Sencillamente aberrante.
¿Facilidades solo para los grandes?
Porque la fortuna de la sociedad y el éxito de los negocios se cimenta sobre el fracaso. Con la crisis cientos de miles de pequeños empresarios y autónomos simplemente lo han perdido todo, los mismos que estuvieron funcionando regularmente por lustros o décadas, los mismos que pagaban impuestos y engordaban a la casta política y los mismos de los que nadie se acuerda a estas alturas. Pero eso sí, se ha rescatado a todo lo sistémico, a las cajas de ahorros y a las grandes empresas y constructoras se les ha dado una salida para sus muchas deudas, que es convertirlas en capital, o han podido usar el concurso, algo endiablado, muy caro y complicadísimo para una pequeña empresa.
Toda la vida llenándoseles la boca con los emprendedores y cuando el emprendedor falla se encuentra con que probablemente no pueda volver a serlo o se enfrenta a una vida azarosa y en la penumbra. ¿Dónde están esas leyes de la segunda oportunidad? ¿Dónde están las facilidades que se dan a los grandes para que las usen los pequeños? ¿Alguien piensa que podemos fabricar cientos de miles de empresas sin contar con muchos de los que las han perdido por esta crisis, que son los que tienen el empuje, el conocimiento y el saber hacer que por una situación endiablada no pudieron desarrollar?
El Gobierno está a lo suyo. Que si De Guindos al Eurogrupo, que si Mas a sus independencias, que si hago "reformitas" para no reformar nada. Es decir, la España oficial levitando en el sueño de los opulentos mientras la España real precisa soluciones para su día a día. Pero a un político no le hables de cuentas corrientes, de embargos, de pagar la luz o de dar de comer a los hijos. No estará en los detalles, esos que son los que le destrozan la vida a la gente, esos que están expulsando a cientos de miles, quizás millones, de españoles a las cunetas del sistema, como verdaderos escombros de esta crisis.
Juan Fernando Robles, profesor de Finanzas.