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Fin del pacifismo

Tokio ha aprobado el derecho de autodefensa colectiva. Podrá ayudar militarmente a los aliados fuera de su territorio. Japón ejercerá este derecho si "su existencia se ve amenazada y existe un claro peligro de que se vean anulados los derechos del pueblo a la vida, la libertad y búsqueda de la felicidad". También permitiría su participación en operaciones de seguridad de Naciones Unidas. Facilita el envío de su Ejército -Fuerzas de Autodefensa- a conflictos de baja intensidad y estudiar la ampliación de apoyo logístico para estas misiones de paz en el extranjero.

Mediante el nuevo concepto -contemplado en Derecho internacional- Japón podría interceptar un misil dirigido a un aliado o responder directamente contra el ataque a otro socio. Para imponer su reforma el gobernante Partido Liberal Demócrata del primer ministro, Shinzo Abe, tuvo que negociar duramente con su socio de coalición, el budista y conservador Nuevo Komeito, que tras mostrarse en contra de revisar o reinterpretar el artículo 9 de la Carta Magna, acabó aceptando.

Hubo igualmente protestas internas. Muchos han criticado los mecanismos utilizados para modificar los límites constitucionales. El nacionalista Abe desechó la posibilidad de enmendarla por la complejidad del proceso, que requiere varios años y la aprobación de dos tercios parlamentarios previa celebración de un referéndum. Las últimas encuestas revelan que más del 60 por cien de japoneses se oponen al cambio e incluso uno se quemó a lo bonzo.

Supone el fin de su Constitución pacifista, impuesta por EEUU tras la II Guerra Mundial. La reinterpretación del mencionado artículo 9 acelera la militarización de Asia-Pacífico en plena escalada armamentística en la zona.

Y aquí reside la complejidad de la cuestión. En esta región existe la mayor acumulación de capacidad de fuego del mundo. El área circundante cuenta con la concentración del mayor número de potencias nucleares: China, Rusia, India y Pakistán, EEUU, a través de sus bases y su flota y? la siempre imprevisible Corea del Norte.

La modificación de su Constitución de Paz supone un giro radical en la política de seguridad de Tokio. Además de la ayuda militar a los países aliados en caso de ser atacados, la revisión constitucional crea condiciones propicias para la participación de Japón en bloques militares.

En ese avispero surgen muchas preguntas. ¿Existe un objetivo de defender la isla de Taiwán ante una hipotética ocupación por parte de China continental? ¿cómo reaccionaran los vecinos -muchos víctimas del imperialismo japonés en el pasado- al rearme nipón? ¿podrá velarse a partir de ahora por el respeto por parte de Tokio de la doctrina antiatómica?... entre otras muchas.

Y la más importante, la actitud de China. La permanente presión ejercida por China para alterar el statu quo en sus mares adyacentes es enorme debido al alto interés geoestratégico. En el Mar de China Oriental compite directamente con Corea del Sur y Japón. En el Mar del Sur de China - ya la zona del planeta con mayor riesgo bélico convencional - se disputa con otros seis países dos centenares de peñascos e islotes con sus correspondientes aguas territoriales. Por esas aguas pasa una tercera parte del tráfico marítimo global con la mitad de la carga de mercancías transportadas en el mundo. Tres veces más que el Canal de Suez y quince más que el de Panamá. Para China, dominar ambos mares, algo que ni Japón ni EEUU piensan permitir, significaría dominar la región entera.

Precisamente, la medida de Abe ha sido apoyada por EEUU. Washington considera que el cambio responde a sus intereses: contener el avance de Pekín y compensar el repliegue norteamericano.

En abril el Gabinete de Abe ya había levantado la prohibición de la venta de armamento. Todo está listo en Japón para aprobar su primera exportación de armas después de la reducción de esta autoimpuesta prohibición. El objetivo es impulsar su poder militar y su poderío económico incrementando la competitividad de sus potentes compañías. La nueva estrategia nipona quiere mejorar las capacidades de su industria de Defensa. Pretende seguir fortaleciendo la estrecha cooperación con países aliados como Australia e India.

Están a punto de firmarse nuevos y suculentos contratos armamentísticos. No parece, sin embargo, que la retórica nacionalista y gigantescos presupuestos de defensa contribuyan a aumentar la seguridad en esta región incierta. A cien años de la I Guerra mundial demasiadas cosas recuerdan a las sucedidas entonces en Europa.

Marcos Suárez Sipmann, analista de relaciones internacionales. @mssipmann

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