Firmas

Política de corto recorrido

  • Las disponibilidades líquidas no son beneficiosas porque distorsionan los precios

Más pronto incluso de lo que pudiera intuirse, se han diluido las medidas que adoptó el BCE a principios de junio para aumentar la liquidez y estimular así artificialmente la actividad y postración de la economía europea. Y digo diluido y no anulado o evaporado, pues los efectos distorsionadores han tenido lugar, incluso con su mero anuncio y expectativas generadas.

La gran mayoría aplaudió esa política monetaria, aún más laxa, del BCE y para muchos la decisión fue no sólo tardía sino timorata, por lo que utilizarán este argumento como excusa de su relativa decepción. En realidad, ha sucedido, mucho antes de lo previsto, lo que la teoría monetaria, aderezada con unos siglos de experiencias, nos indica: los manejos del dinero o las disponibilidades líquidas no son beneficiosos para la economía y, cuando consiguen efectos estimulantes sobre el crédito, el gasto, la actividad o el empleo, éstos apenas son momentáneos y se logran a elevados costes o con graves distorsiones para las decisiones privadas. Algunas de esas consecuencias no deseadas ya han empezado, como la caída en la rentabilidad de diversas formas de ahorro.

Tras la inicial bajada de tipos y primas de riesgo y alzas de valor de la deuda pública, con la correspondiente mejora de los balances de los bancos, o las subidas de bolsas y mercados, los acontecimientos económicos y no económicos han revertido la situación. Y aunque algunas economías europeas parecen animarse, debe notarse que el impulso en esos países viene produciéndose con anterioridad y como consecuencia de los duros ajustes y sacrificios producidos en el sector privado de sus economías. Sin embargo, las medidas que rápidamente han adoptado los Gobiernos de esos países, entre los que nos encontramos, indican precisamente una relajación o freno de las reformas estructurales en sus economías, mercados e instituciones, normalmente costosas en términos electorales pero donde se encuentran las verdaderas causas de sus problemas.

Incluso algunos analistas proclives a la acción de las autoridades monetarias o de intervenir activamente la economía admiten ahora la posibilidad de haber creado una cierta burbuja o sensación de alegría en las decisiones e inversiones financieras de buena parte del mundo. ¿Qué otra cosa si no es que la deuda pública española esté mejor valorada y pague menos intereses que la deuda pública norteamericana?

Aunque la situación financiera de Estados Unidos no es precisamente fulgurante, no está completamente saneada y hasta es preocupante, lo que coloca su deuda pública y su situación económica en entredicho, hoy por hoy, la economía estadounidense tiene todavía bases más sólidas y estructuras más firmes de las que pueda exhibir la española, con grados de flexibilidad, productividad y competitividad superiores a los de la UE.

En definitiva, pues, se cumplen los temores existentes respecto de la intervención monetaria: ha provocado una distorsión en los precios o señales de los mercados, alterando, como ya ocurriera en el pasado y en el origen de la crisis de 2007, decisiones de inversión en favor de activos más rentables, aunque algo más expuestos, ante el exceso de liquidez (que incluso existía con anterioridad al 5 de junio). Se trata sobre todo de títulos de deuda pública periférica, como la española, con mayores niveles de riesgo aunque no exenta de cierta seguridad gracias al respaldo otorgado por la UE y, sobre todo, al viraje imprimido por el BCE en su política monetaria (que rompe con los acuerdos y tratados), pero más rentable.

El Financial Times recogía la advertencia del Banco Internacional de Pagos (BIS), el banco central de los bancos centrales con sede en Basilea, de que los mercados financieros se mostraban de nuevo un tanto eufóricos y sin guardar proporción con los fundamentos o la realidad económica de los países.

Tal aviso atiende tanto a las medidas del BCE como a las de la Fed que, a pesar de haber iniciado un retroceso en su programa de Quantitative Easing (QE), las malas cifras de crecimiento recién conocidas (caída del 2,9 por ciento en el dato revisado del PIB anualizado correspondiente al primer trimestre del año) pudieran hacer cambiar de opinión a las autoridades, ya casi decididas a un primer alza de tipos.

Con la bajada de tipos, el abandono de la esterilización de la liquidez previamente inyectada, los tipos negativos sobre depósitos y la barra de liquidez o LTRO de 400.000 millones de euros para préstamos (no hipotecarios) el BCE dice pretender paliar la insuficiencia de crédito y una posible amenaza de deflación, aunque sobre todo busca aliviar las cargas de las deudas. Dada la limitación de sus efectos, muchos solicitan ahora que acelere y amplíe sus medidas e incluso que aplique su amenaza de compra masiva de títulos públicos o privados (rompiendo la prohibición expresa de los Tratados), es decir, que aplique un QE. Pero ahí están las advertencias del BIS.

Algunos analistas han señalado que la nueva línea de crédito abierta por cuatro años podría no acabar en manos de empresas y familias o para el propósito previsto. En cualquier caso, recuérdese que nada de esto es nuevo y que el BCE ya inyectó más de un billón de euros en dos fases, entre finales de diciembre de 2011 y febrero de 2012, justo unos meses antes de que se produjese el hundimiento del euro.

Fernando Méndez Ibisate, profesor de la Universidad complutense de Madrid.

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