Firmas

Sobre reformas y revoluciones

El Gobierno acaba de presentar los detalles de la esperada Reforma Fiscal en forma de cuatro Anteproyectos relativos a sendas modificaciones del IRPF, Impuesto de Sociedades, IVA e Impuestos Especiales, y de la Ley General Tributaria. No cabe apresurarse en su análisis detallado, máxime cuando se abre un período de información pública en el que Inspectores de Hacienda del Estado (IHE) realizará las pertinentes aportaciones de índole técnica. Ya habrá ocasión de entrar en ese detalle.

Hace un año, con motivo de una reunión con el señor Ministro para trasladarle un libro con propuestas contra el fraude, se nos anunció la intención de crear un "comité de expertos" para el estudio de una reforma fiscal. Coincidimos en su necesidad, pero no parecía nuestra labor, ni estaba al alcance de nuestros modestos medios participar en el diseño de un nuevo sistema tributario. Porque eso era lo que pensábamos que sería.

Pues bien, hablamos de "reforma", cuando debimos hacerlo de "revolución". Pero claro, imagínense ustedes ese lenguaje en nuestra boca. ¡Y delante del señor ministro! Pero así es. Salvando las distancias, la historia demuestra también en el ámbito económico que las grandes e innovadoras reformas que han ido marcando los cambios económico-sociales de calado han sido verdaderas revoluciones.

Lo que necesita nuestro sistema tributario no es una reforma de alcance limitado sino una verdadera revolución fiscal, que parta de la creación de nuevas -y novedosas- figuras, más simples, más equitativas en su conjunto, y acompañadas de una completa revisión de las normas procedimentales que faciliten su cumplimiento, comprobación y cobro, desincentivando el fraude. Y todo ello, con una Administración Tributaria adaptada en organización y en métodos a estos tiempos.

Siempre hemos defendido una mayor simplicidad en las figuras tributarias y es una lástima que no se haya aprovechado la oportunidad para eliminar la mayoría de regímenes especiales de la imposición personal -renta y sociedades-. Lo mismo podemos predicar de las deducciones, cuyo mantenimiento sólo parece justificado en los casos de la previsión social (afortunadamente limitada), de la desgravación por vivienda (por aquello de la seguridad jurídica para toda una vida), o de las que buscan fomentar la I+D+i. Pero lo demás, sobra.

Quizás se está abusando de la política económica y social a través de los impuestos. Hay otras vías, sin complicar el sistema hasta grado sumo. En materia de equidad los tipos bajan y se ha optado por reducir tramos en una concepción "ochentera" de la simplificación pues, entrado el siglo XXI cualquier programa permite al ciudadano simular la cuota a pagar. Más equitativo hubiera sido mantener más tramos y menores saltos entre los mismos. Hemos asistido a un cálculo estadístico con medias de las que nadie se fía porque existen demasiados dientes de sierra en los tramos beneficiados por la bajada. Es obvio que la rebaja no será igual para todos porque los números mandan. No estaría de más recordar a los sucesivos Gobiernos que la clase media bien merece un gesto futuro, aunque viva de un salario.

¿De verdad pensamos en un sistema equitativo?

Respecto a la lucha contra el fraude, nos hemos acostumbrado a que no sea una prioridad. ¿De verdad creemos que nuestro sistema fiscal será equitativo, suficiente y eficiente, si no remediamos este problema? Seamos serios. Las estadísticas no engañan y reformar tipos y maquillar normas no solucionarán el problema crónico de ingresos. Lo vivido en el decenio 1997-2007 fue un espejismo lleno de desequilibrios que esperemos no vuelva. Hay que pensar a largo plazo y hacerlo bien. En relación a la reforma de la Ley General Tributaria, en este caso se abordan pocas cuestiones aunque de gran calado que facilitarán la lucha contra el fraude.

Por ejemplo: la reforma de los plazos del procedimiento inspector, el cambio en la consideración del conflicto en la aplicación de la norma o la introducción de las -estas sí, revolucionarias- listas de deudores. Muchas propuestas (hasta 238) remitidas al Ministerio se quedan, de momento, en el tintero. Algunas tremendamente necesarias. Es lógico el escepticismo con que la ciudadanía ha recogido el anuncio después de tantos sinsabores. Por ello, debemos pedir a nuestros gobernantes que sean "revolucionarios" y que piensen más allá, en el futuro, en nuestro futuro.

Si no se adoptan medidas adicionales, los problemas que nos han llevado hasta aquí subsistirán. Sin avanzar en la lucha contra el fraude, en la reforma integral de los impuestos, en los procedimientos y en la Administración, estaremos manteniendo un sistema tributario complejo, injusto y caro, que no garantizará la recaudación a largo plazo y que seguirá generando distorsiones en las decisiones individuales, más allá del papel que corresponde al sistema fiscal.

Francisco Vázquez. Secretario de Inspectores de Hacienda del Estado.

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