Firmas

España y el riesgo de los inversores

  • Nos estamos inmunizados contra las consecuencias de nuestros errores

Uno de los analistas económicos más acreditados, el catedrático de la London School of Economics, Luis Garicano, autor de un certero diagnóstico reciente sobre la coyuntura de este país (El dilema de España. Península, 2014) dedicaba recientemente un artículo a formular una pregunta que está en el aire desde que han comenzado a soplar vientos de recuperación económica: la de cómo es posible que los mercados no lancen la más mínima señal de alerta ante los riesgos objetivos que muestra el proceso político español.

Como es conocido, tras la reunión del pasado 5 de junio del BCE el bono español a diez años ha llegado a cotizar por debajo del 2,6%, es decir, menos que el bono norteamericano, que se mantenía por encima de dicho porcentaje. No había ocurrido tal cosa desde abril de 2010 -antes de la crisis de deuda- y la buena nueva duró entonces unos días. Hay otros indicadores de confianza de los mercados en las economías nacionales -los rating de las agencias de calificación de riesgos- pero hay pocos tan expresivos como el tipo de interés de la deuda soberana. La simple lectura de los periódicos informa de que, junto a la euforia oficial, hay graves síntomas de preocupación. Una gran región como Cataluña, locomotora de la economía nacional y avanzada de la modernización del país, ha entrado en una abierta dinámica secesionista que, lejos de encarrilarse por cauces de pacificación y reencuentro, es cada vez más agresiva y destemplada, hasta el punto que ya hay fecha para la celebración de un referéndum de autodeterminación, negado por el Gobierno del Estado. La borrasca puede, pues, desembocar en estallido.

Secuelas políticas

De otra parte, la crisis económica nos ha dejado secuelas políticas que amenazan seriamente la estabilidad de los futuros gobiernos. Los desatinos y la insensibilidad de los grandes partidos ante la gran crisis en dientes de sierra que acabamos de padecer ha indignado, con razón, a una ciudadanía que se ha sentido desasistida y ha visto cómo los poderes públicos la dejaban caer hasta la miseria, mientras la clase política se lanzaba a una impúdica orgía de corrupción que alcanzaba todos los rincones de las instituciones. La incompetencia y los excesos han generado grandes movilizaciones populares sin precedentes en democracia -el 15-M, el gran movimiento surgido tras la manifestación del 15 de mayo de 2011-, que se han ido decantando en forma de movimientos políticos que por primera vez han conseguido resultados significativos en las elecciones del pasado 25 de mayo, en las que emergió Podemos con un sorprendente 8% de los votos. Y al propio tiempo, el PP y el PSOE, los grandes actores del bipartidismo dominante, seguían perdiendo apoyos y apenas representaban conjuntamente el 49% del electorado en dichas elecciones.

De mantenerse las tendencias, la legislatura próxima será altamente inestable porque la formación de mayorías requerirá de amplias coaliciones, sin que este país tenga experiencia en ellas, ni el hábito de negociar y de pactar.

Actores financieros

Garicano aporta en el referido trabajo tres posibles respuestas al por qué los actores financieros no se alarman: una primera, porque realmente no existe verdadero riesgo, en todos los casos, en nuestros países desarrollados y cultos, las clases medias terminan eligiendo opciones razonables que eluden la revolución y la ruptura. Una segunda, porque la integración de España en la UE garantiza que la deuda se pagará de cualquier modo. Y una tercera, porque al existir gran liquidez -los bancos centrales han inundado los mercados para mantener los tipos en torno a cero-, muchos inversores andan a la caza de rentabilidades, por pequeñas que sean. En realidad -reconoce el autor-, es probable que la explicación real sea una combinación de las tres.

Ojalá atine Luis Garicano y los temores sean en realidad infundados. Pero hemos de ser prevenidos y evitar conclusiones demasiado optimistas de esta reflexión. Haríamos mal pensando que la estabilidad económica está garantizada por tremendos que sean los errores políticos que cometamos. Porque la fractura física del país o una gran eclosión de fuerzas emergentes antisistema no nos saldrían gratis: acabaría habiendo graves deslocalizaciones y alguna de nuestras industrias vertebrales, como el turismo, se vendrían abajo en cuanto la inestabilidad llegara a la calle. En definitiva, no deberíamos incurrir en la irresponsabilidad de pensar que estamos inmunizados contra las consecuencias de nuestros propios errores.

Antonio Papell, periodista

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