
El presidente del Gobierno la había anunciado para el viernes 13, el día de la mala suerte para la mayoría de las culturas occidentales excepto en España donde se sustituye por el martes. Pero va a ser que no. Que la reforma fiscal va a tener que esperar, al menos hasta el viernes 20, aunque algunos la alargan incluso al 27.
Y no es que Mariano Rajoy se haya vuelto supersticioso de repente. Porque al jefe del Ejecutivo más que las meigas lo que de verdad le asusta son la deserción de votantes en las europeas y los oráculos de las encuestas que siguen vaticinando los Idus de Marzo del bipartidismo con el horizonte de las elecciones locales, primero, y generales , después, en 2015.
Por eso en Moncloa se han puesto el mono de faena para darle la vuelta a los sondeos y reconquistar el sufragio perdido, y por eso le han pedido a Montoro su reforma fiscal, cuya fecha y forma definitiva están ahora pendientes de una "decisión política" del Presidente, tal y como confirman, casi con idéntica expresión, tanto en La Moncloa como en el Ministerio de la calle Alcalá.
Un cambio de prioridades
Y es que el castigo de las europeas ha cambiado las prioridades de Mariano, y lo que en principio se había concebido como una rebaja tributaria escalonada y por fascículos, ahora se piensa como una rebaja "sustancial" utilizando la terminología Rajoyana.
El presidente sabe que la mejor forma de recuperar las adhesiones populares es darle alegría a los bolsillos de los ciudadanos y de las empresas. Principio este que ha impulsado al equipo de la Oficina Económica de Moncloa y a los asesores directos de Rajoy a reclamar al feudo de Montoro el liderazgo de la reforma, a pedirles cálculos, simulaciones y escenarios para poder llevar a cabo esa rebaja impositiva "sustancial" sin que sufran el déficit y los ingresos.
"Las reuniones ya no son internas ni con los expertos, sino con los hombres de Moncloa", añaden desde Hacienda para concluir que "en este momento todas las opciones están abiertas", mientras repiten que "todo va a depender de una decisión política y esta la tiene que tomar Rajoy".
Ayer mismo, algunos miembros del Gobierno reconocían también que era muy difícil que "de tiempo" a que la reforma tributaria esté lista para el Consejo de Ministros de este viernes, y apuntaba el día posterior a la proclamación de Felipe VI como nuevo Rey.
La importancia del 'cómo' y el 'cuándo'
Y aquí puede surgir otro problema, más relacionado con la repercusión y con la imagen. Porque si Rajoy se ha decidido a adelantar un año la rebaja de tipos y la simplificación de tramos en el IRPF y la reducción en Sociedades para las grandes empresas, compensada eso sí por la supresión de deducciones, lo hace para que los ciudadanos lo noten, sí; pero también para llenar las páginas y los minutos de los informativos con la buena nueva a mayor gloria del Gobierno.
Por eso, algunas cabezas pensantes en Moncloa han reparado que el Viernes 20, con los ecos de la proclamación de don Felipe, y en medio de un puente laboral en Madrid, los ecos de la reforma fiscal pueden quedar tan difuminados como, según ellos, ha quedado el pomposo plan de crecimiento. Esa operación de marketing con medidas ya aprobadas o anunciadas y cuyo única virtud es que ahora, por fin, van a ponerse en marcha.