
Aunque no se descarten sorpresas de última hora, todo indica que el BCE se dispone a tomar medidas excepcionales de liquidez en su próxima reunión del 5 de junio, lo que, contracorriente, considero un error.
No es cierto, como se repite insistentemente, que el BCE no haya actuado, no haya tomado medidas sobre facilidades de crédito, liquidez y compras a mansalva de activos, o que se muestre insensible a los problemas de crisis y estancamiento de la economía europea. Muy al contrario, y transgrediendo su mandato estatutario, el BCE ha inyectado varios billones de euros a lo largo de esta crisis o se ha comprometido a respaldar o asegurar otros tantos en deuda pública y rescates varios; asimismo, el BCE ha bajado tipos hasta el punto que ahora, en su próximo movimiento, ese instrumento se ha quedado sin fuerza, por lo que contempla otras medidas adicionales, aunque no una expansión cuantitativa o quantitative easing.
Todo indica que, junto a la bajada general de tipos, que incluiría una tasa negativa sobre el interés que paga el BCE a las entidades financieras por mantener depósitos en su ventanilla, se plantea una nueva barra libre (LTRO) con la obligación de que la banca incremente sus préstamos (¡como si no lo hubiera hecho... pero al sector público!), así como un programa de compra de títulos valores privados respaldados o garantizados por un conjunto específico de activos financieros subyacentes que permitiera ampliar e impulsar el mercado de préstamos a pymes.
Dicho sistema es similar al empleado antes de la crisis y que favoreció su arranque cuando los títulos empaquetados o activos financieros, entonces constituidos fundamentalmente por préstamos hipotecarios (que ahora quedarían excluidos), dejaron de ser fiables en su responsabilidad de pago. Y aunque no es la misma situación, lo cierto es que a lo largo de todo este proceso de crisis y actuaciones monetarias, el BCE ha debilitado mucho su balance con la compra masiva de una deuda pública que constituye el respaldo de sus operaciones monetarias y que queda al capricho o interés político de los estados emisores sobre consolidación fiscal.
Draghi no puede decepcionar
Por tanto, se mire como se mire, el panorama de independencia del BCE, junto a su fortaleza, ha cambiado. Pero su presidente, Draghi, no puede ahora decepcionar a los mercados en junio, pues si vuelve a amagar, jugando a Pedro y el lobo, aquéllos pasarán factura a la zona euro.
Cuestión distinta es que comparadas con la acción de la Fed, las inyecciones de liquidez del BCE puedan parecer cortas; pero es que la Fed, aprovechando que emite o manipula la moneda mundial por excelencia, se ha permitido cometer una tropelía internacional, con graves consecuencias internas, logrando sostener el valor internacional del dólar relativamente bajo, sobre todo respecto del euro y de las principales monedas asiáticas, a pesar de la pésima situación económica de Europa y Japón en los últimos cinco años y de la tendencia a peor de la economía China. Eso ha propiciado que EEUU exporte parte de sus costes de la crisis y financie sus crecientes endeudamientos, sobre todo con fondos asiáticos; la futura inflación hará el resto minorando sus deudas públicas y privadas en dólares.
Por más que quienes solicitan imitación del BCE alaben, por su contundencia y cuantía, la política monetaria de la Fed y crean ver en ella la salida determinante de la crisis en EEUU o sus bajas cotas de desempleo, lo cierto es que los EEUU empiezan a pagar caro las decisiones tomadas en el ámbito monetario, como ya sucedió con las administradas entre 2000 y 2007 y que prepararon la crisis. Así, la mucha liquidez ha permitido acrecentar los gastos y déficit públicos, sin problemas de financiación, pues la deuda pública sigue disparada sin que las autoridades norteamericanas se hayan visto obligadas a realizar ajustes profundos y serios en la economía ni, sobre todo, en su propio comportamiento derrochador, con los réditos políticos que ello pueda reportarles (véanse, si no, los problemas planteados en otoño sobre el techo de deuda).
Mientras tanto, como hace siglos sabemos, la economía responde positivamente al estímulo monetario con mayores niveles de actividad y empleo aunque sólo será momentáneamente, si bien las mejores cifras de empleo en la economía USA respecto de Europa no se deben a las inyecciones descomunales de liquidez. En esta crisis su tasa de paro máxima ha sido del 10% en octubre de 2009 y en febrero de 2011 ya era el 9%. Tales cifras, que bien quisiéramos aquí, se deben a la mayor flexibilidad institucional y mayor dinamismo organizativo de su mercado laboral y de toda su economía.
Los estímulos de liquidez para salir de una crisis o animar el crecimiento y el empleo sólo terminan con distorsiones, malas decisiones y planes, perturbación de las expectativas y futuros problemas al canto. Hasta Keynes lo sabía.
Fernando Méndez Ibisate, de la Universidad Complutense de Madrid.